Historias que contar columna

Luis Crescencio Sandoval y su mensaje de unidad

Las Fuerzas Armadas “no anhelan poder ni protagonismo” porque su esencia es servir la patria. Así se expresó el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, orador al conmemorarse el 110 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana.

También aseveró. “Nuestra razón de ser está alejada de pretensiones políticas o de otro tipo”.

 Aludió al Ejército, la Marina, Fuerza Aérea Mexicana y Guardia Nacional, apuntando, firme en su disertación, al precisar que cumplen misiones asignadas por el Ejecutivo, así como los proyectos prioritarios en el desarrollo del país, sin que ello signifique perder su naturaleza y razón de ser.

Crescencio Sandoval nació el 7 de febrero de 1960, en Ensenada Baja California. Ingresó al Heroico Colegio Militar el uno de septiembre de 1975, y egresó como Subteniente da Caballería el uno de septiembre de 1979.

El 20 de noviembre de 2017 obtuvo el grado de General de División Diplomado de Estado Mayor.

Su disertación fue días después de que regresara a México Salvador Cienfuegos Zepeda, General de División ya retirado, y quien el 15 de octubre pasado fuera detenido en el aeropuerto de Los Ángeles, California, a petición de la Administración De Control de Drogas (DEA) para ser investigado por posibles vínculos con el crimen organizado durante la administración de Enrique Peña Nieto, en la que se desempeñó como secretario de la Defensa Nacional.

La información ciertamente sacudió tanto a los estratos oficiales como a la opinión pública en todo el país.

Se comentó que la DEA seguía pistas al general Cienfuegos desde hacía más 13 o 14 meses y que “contaba con evidencias condenatorias”.

Andrés Manuel López Obrador declaró en conferencia mañanera que nunca se le había notificado de estas pesquisas al gobierno de México, lo cual significaba prácticamente una falta de respeto a las relaciones cordiales, respetuosas entre los dos países en el sustento de una mutua cooperación.

Se dijo que, en particular, las Fuerzas Armadas de la República estaban inconformes, molestas por el proceder del vecino del norte.

Y después trascendió que AMLO había girado instrucciones al Canciller Marcelo Ebrard para que tomara cartas en el asunto y, lo principal, que se regresara a Cienfuegos Zepeda.

Experimentado, Ebrard logró que el Departamento de Justicia de Estados Unidos desestimara el proceso, con la intención de que la fiscalía General de la República (FGR) lo retomara.

La jueza Carol B. Amon, aceptó retirar los cargos porque había un acuerdo entre los dos gobiernos.

Igualmente se llegó a especular -desmentido repetidamente por AMLO- que se había establecido un trato que confería la responsabilidad a México de capturar a un importante capo que a su vez de enviaría a Norteamérica. Trueque simple, hasta ahora sin validación.

También se mencionó que mucho había contribuido la posición del presidente López Obrador, renuente a felicitar al demócrata Joe Biden, tácitamente ganador de la elección presidencial en Estados Unidos, con resultados en colegios electorales muy superiores al del todavía mandatario, el republicano Donald Trump.

Esa actitud, se dijo, motivó a que el polémico Trump, de alguna forma agradecido por la posición de su homólogo, coadyuvara para resolver el caso.

No dejó de ser una especulación, igualmente rebatida por el Ejecutivo de México. 

Pero la figura central fue, y lo es, Salvador Cienfuegos, quien finalmente se reunió con su familia tras amargas jornadas de confinamiento.

Cienfuegos vio la luz primera en la Ciudad de México el 14 de junio de 1948. Cuando tenía dos años, su padre, Teniente Coronel del Ejército, murió a consecuencia de un infarto.

La primera ocasión que pretendió sumarse al ejército fue rechazado por no cumplir con la edad requerida, pero después solicitó una dispensa y pudo entrar al Heroico Colegio Militar. Su fecha de alta en el Ejército fue el 23 de enero de 1964.

No se conocen con claridad los siguientes pasos, porque hasta donde se sabe, la Fiscalía General de la República nunca inició una indagatoria contra él y, si ocurriera esto, los expertos coinciden, tendría que ser a través de organismos militares.

El asunto jurídico ha entrado en un compás de espera.

López Gatell, encendido

Hugo López Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud no ha sido bien estimado en sus funciones como operador y relator para abatir efectos del covid-19.

Sus predicciones no han sido exactas, pulcras en los resultados, y pese a sus anuncios, la pandemia continúa cobrando víctimas mortales que, muy lamentable, superan las más de cien mil defunciones.

De fácil expresión, experimentado, con el sustento de una carrera feliz en las aulas compensadas con atribuciones en aspectos de Salud en niveles federales, sufrió público contratiempo cuando no justificó eficacias de cubrebocas como método primario, esencial, para abatir contagios.

Ante los cuestionamientos, dio uno nada grácil rectificación, en medio de científicas explicaciones, algunas agolpadas en el tobogán de sus conocimientos.

También, en el orden de predicciones, poca fue su fortuna en calidad de pronosticador, abatidas por la cruel realidad en el día a día de anuncios de más decesos.

Se supondría – ¿fue así? – que evitaba llegar al clímax de desesperanza y temor en la población. No fue afortunado.

Y lo último sucedió apenas el viernes pasado cuando reprochó el uso “oportunista”. De la información para lucrar políticamente “con la tragedia” provocada por el fantasmal coronavirus.

Cuestionó a medios informativos de la difusión exagerada en noticias sobre el tema e insinuó que posiblemente era producto de una necesidad de vender más ejemplares.

Deslizó conceptos como “son la proyección de intereses mezquinos” y de “una politización extrema”.

Ojalá recobre los juicios de imparcialidad para mantener un sano equilibrio con lo que los medios dan cuenta, sin ocultar y si despertar aún más conciencias de prevención entre todos quienes vivimos con la pandemia tras de nosotros.


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