La adopción de la inteligencia artificial (IA) en numerosos ámbitos de nuestra vida es creciente, en el terreno educativo el uso de herramientas de IA va al alza, pues proporcionan oportunidades amplias tanto de mejorar como de ampliar el aprendizaje.
Es una realidad que la incursión de la IA en la educación varía de un país a otro, mientras que los más desarrollados la implantan y cultivan, otra parte del mundo tiene menos acceso o simplemente no tiene conexión y aquí se marca una brecha, pero hablemos de quienes tienen acceso a ella, su expansión no solo permite oportunidades, también son latentes los retos, riesgos y miedos.
Conforme las formas de enseñar se diversifican también las opciones incrementan, cada vez es más común utilizar elementos como la Inteligencia Artificial para complementar procesos educativos, se pueden crear materiales de aprendizaje personalizados, evaluar y abordar las habilidades y debilidades de los estudiantes, disminuir el tiempo dedicado a la calificación, también es un gran apoyo en la enseñanza a distancia y mucho más, como el funcionamiento administrativo de una institución o la toma de decisiones.
Uno de los principales miedos es la sustitución humana por IA, situación que en la actualidad se explora en tareas tremendamente específicas, pues el docente es muy completo en su práctica; por ejemplo, hace unos días hablábamos de una escuela en Inglaterra que imparte con IA ciertas asignaturas, a un determinado grupo de alumnos y bajo la supervisión humana.
Anteriormente los docentes nos quejábamos de que los alumnos estaban copiando las tareas, que se “pasaban” los trabajos o que alguien más les hacía los entregables, ahora nos enfrentamos a controles más estrictos para determinar que no haya falta a la integridad académica, es decir, corroborar la autenticidad y no plagio, pues los estudiantes están a un click de obtener trabajos asombrosamente completos con IA.
La falta de capacitación del profesorado en este rubro puede constituir un miedo en la utilización de IA, por lo que es indispensable redoblar esfuerzos para estar a la altura de esta revolución digital, el docente puede obtener muchas ventajas de la IA si la sabe gestionar, hay cuantiosas labores administrativas propias del profesorado que se agilizan y una variedad de recursos educativos que fortalecen la enseñanza y el aprendizaje con IA de los que se puede sacar profuso provecho.
Otro miedo resulta de las consecuencias de la utilización en gran medida de la IA sin marcos normativos que protejan alumnado, profesorado y a la propia institución; el abuso y utilización negativa de IA es otro miedo latente, al igual que el reto de adquirir criterios como la autogestión para identificar lo deseado entre la sobreabundancia de información.
Lo cierto es que, habrá que esperar pruebas sólidas que arrojen resultados consumados sobre la aplicación de la IA en la educación, es de reconocer a la inteligencia artificial como una herramienta de grandes alcances que, utilizada con conocimiento, juicio, y ética arrojará amplios beneficios para docentes, estudiantes y centros educativos.
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