Hace unas noches platiqué sobre los escraches y tendederos. Cada cierto tiempo, un grupo, una empresa, un gremio se despierta con denuncias de violencia de personas, en su mayoría hombres cis con las que conviven todos los días.
La violencia es mala. Cualquier persona que lo haga pierde su humanidad, se convierte en un monstruo, en alguien innombrable. Al menos esto es lo que nos han dicho y enseñado, porque ¿Qué humano se atrevería a hacer algo así?
La realidad es que en mayor o menor grado, todes hemos violentado a alguien pero no lo aceptamos.
Ante la impunidad, el silencio, pactos de protección las víctimas han decidido alzar la voz a través de estos mecanismos. Pero a veces no es tan claro cuál es el objetivo.
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¿Alertar a les demás?
¿Que se inicie o se mueva un proceso legal?
¿Reparación?
Las personas que acompañamos tenemos el deber de escuchar, preguntar e informar.
Informar que el anonimato de tu testimonio no será para el agresor. Él perfectamente sabe qué hizo o a quién. Informar que este mecanismo no puede iniciar ningún proceso legal por sí solo, pero sí podría destrabar algo. Que difícilmente llevan a una reparación del daño.
Si hiciéramos un balance de qué efectos han ocasionado los me2 probablemente se nos apachurraría el corazón. Mucha revictimización, más violencia, pocas veces se logra el objetivo.
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Escucho con mucho pesar como aquellos que han sido señalados con justa razón, sus vidas continuaron con normalidad, luego de un par de semanas o días de incomodidad. No hay reflexión, no hay cambios.
¿Qué hacemos con ello?