Por Gabriel Zaíd, con sus textos siempre esclarecedores, aprendí que “Alguna vez lo músico fue todo lo inspirado por las musas, no una especialidad”. Dicho de otro modo: desde el punto de vista etimológico, lo músico es cualquier arte nacido de la inspiración provocada por el colectivo de las musas. Habría, pues, que prender una veladora a todas para que nos iluminen, no únicamente a Euterpe, por más que el nombre de ésta signifique, dicen los filólogos, “La muy placentera”, “La de agradable genio”, “La de buen ánimo”.
Otro autor que me abrió los ojos sobre el tema es Álex Grijelmo, sobre todo con su libro La seducción de las palabras (Madrid, Editorial Punto de Lectura, 2007). Suyo es el siguiente extracto: “A veces podemos dejarnos llevar, conscientemente, por la música y el valor propio de las palabras. […] Cómo se elige cada palabra para el momento adecuado, cómo se expresa con música lo que en realidad es un ruido, cómo se tocan los lugares sensibles de nuestra memoria. Eso es la seducción de las palabras. Un arma terrible”.
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¡Cuántos vocablos evidencian su propia definiciónhistórica o vigente en el organismo letrístico que les daforma! Pienso en ello cuando topo con términos como «extremaunción» (última unción de los santos óleos), «paraje» (sitio donde alguien se para), «leyenda» (lo que debe leerse), «alarma» (grito de advertencia de los antiguos vigías militares: ¡Al arma!, a tomarla porque viene el enemigo), «introducir» (conducir hacia adentro) o«subliminal» (por debajo del umbral).
Me solazo también en las numerosas palabras cuyas raíces se asocian al cuerpo humano. Una es «entrañar»(introducir en lo más hondo, en las entrañas), más su derivada «entrañable» (lo que guardamos en las entrañas, lo íntimo; por tanto, lo afectuoso). Otra, «visceral» (la reacción hecha con las vísceras, no con el cerebro). Y otras más, las que derivan de la voz latina cordis: «acordarse» (lo que retiene el corazón), «acuerdo» (literalmente: hacia el corazón, lo que va dirigido a él), «concordia» (lo que uncorazón tiene en común con otros), «discordia» (sin corazón), «cordial» (con el corazón).
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Sustentan nuestros pensamientos, nuestras conversaciones, nuestra existencia misma. Juegan con la sensibilidad humana. Engañan a veces. Respaldan en otras ocasiones. Depende de cuántos malabarismos y triquiñuelas hagamos con ellas o de cómo las manejemos: para convencer (con-vencer: vencer en conjunto) o para maniatar (mani-atar: atar las manos). Por eso presumen de coquetas y seductoras. Por eso también, retomando a Grijelmo, son un armamento terrible. Los actuales momentos lo demuestran a diario.