Legalidad, democracia, libertad sindical y justicia para los trabajadores: AMLO

Al hacer un recorrido histórico por los abusos contra los trabajadores durante los años que gobernó el país Porfirio Díaz, y ejemplificar con dos referentes en la lucha obrera nacional: Cananea y Río Blanco, que fueron antecedente de la Revolución, el presidente Andrés Manuel López Obrador destacó la trascendencia de los trabajadores y que a diferencia del periodo neoliberal –al que comparó en materia de limitaciones a derechos laborales con el porfiriato—, en su gobierno se les ha dotado de diversos derechos.

Esta tarde, el mandatario federal conmemoró el Día del Trabajo en Palacio Nacional, a una reunión a la que fueron citados los líderes de centrales obreras y otros sindicatos del país. En un largo discurso previo a la comida para celebrar la efeméride, López Obrador enlistó algunos de los avances en materia laboral que se han dado durante su administración, a diferencia del periodo neoliberal, donde, dijo, se perjudicó a la clase trabajadora.

“Ahora las cosas son distintas: el gobierno actúa con independencia, como verdadero juez y no está sólo al servicio de empresarios o de banqueros; el salario mínimo ha aumentado en 90 por ciento en términos reales, como nunca en la historia reciente; se ha incrementado el reparto de utilidades; hay condiciones favorables para que los trabajadores democraticen sus sindicatos, con el voto libre y secreto.

“Los servidores públicos de la Secretaría del Trabajo no son impuestos por los potentados, ya eso no pasa, ni volverá a pasar; no se permiten abusos contra los asalariados; hay elecciones con voto libre y secreto en las organizaciones sindicales; los contratos colectivos se someten a consulta con los obreros; y en este nuevo ambiente de verdadera legalidad y justicia, sin que se le impida a nadie manifestarse y ejercer su derecho de huelga, prácticamente no hay protestas sindicales”, expuso el jefe del Ejecutivo federal.

Afirmó que durante los 36 años de neoliberalismo en México, una constante de esos regímenes fue “quitar derechos y conquistas a la clase trabajadora”. Sobre todo, enfatizó, se limitó “de manera brutal e injusta” el aumento al salario mínimo, al grado que en ese periodo el poder adquisitivo de los trabajadores se redujo hasta en 70 por ciento.

“La justificación de esta infamia era que el aumento al salario ocasionaba inflación; una gran mentira, un vil sofisma de la tecnocracia al servicio de la oligarquía que en ese entonces mandaba en México”.

Agradeció a los dirigentes sindicales porque, dijo, ha contado con su comprensión y apoyo para emprender las acciones en favor de los trabajadores, “independientemente de las banderías partidistas como aquí se ha mencionado, siempre he tenido el apoyo de ustedes, el tiempo que llevo gobernando el país. Pueden estar seguros de que, bajo los mismos criterios de legalidad, democracia, libertad sindical y justicia para los trabajadores, nos seguiremos conduciendo en el resto del tiempo que nos queda de mandato”.

El mandatario se dijo seguro que continuará teniendo el apoyo, cooperación y solidaridad de los líderes gremiales en particular y de la clase obrera del país en general.

“De mi parte, ustedes siempre encontrarán extendida mi mano abierta y franca en señal de amistad y compañerismo. Somos distintos porque somos libres y somos demócratas, pero nos debe unir siempre y eso es lo que estamos demostrando, el amor al pueblo y a la patria. Cuando se tienen ideales son más importantes las causas que se defienden que el carácter, el habla o el temple de los dirigentes”.

López Obrador hizo un largo recorrido histórico para recordar dos episodios que marcaron la lucha obrera en el país: las huelgas de Cananea, en 1906 en Sonora, y la de Río Blanco, entre 1906 y 1907 en Veracruz.

“Para hacer valer la justicia, y en especial la justicia laboral y agraria, se hizo la Revolución Mexicana; fue la primera en el mundo por su dimensión social y la más profunda por su vocación humanista. Todavía no se llevaban a cabo las más transcendentes reformas en materia laboral, cuando ya Francisco I. Madero, que no era precisamente socialista, creó durante su gobierno el Departamento del Trabajo y consta que hasta el 16 de septiembre de 1912 intervino en la solución de por lo menos 70 huelgas, casi todas en la industria textil. En estos casos, sin usar la fuerza, se celebraron acuerdos entre obreros y patrones para la reducción de las jornadas de trabajo a diez horas diarias y con incrementos de salarios del diez por ciento”.

El presidente remarcó que el paso más importante en materia de derechos laborales se alcanzó con la aprobación del artículo 123 de la Constitución de 1917.

“Allí quedaron establecidos el salario mínimo, justo y remunerador; la jornada de ocho horas; el día de descanso obligatorio; que las mujeres, durante los tres meses anteriores al parto, no desempeñarían trabajo físico y en el mes siguiente del parto disfrutarían de descanso total, así como tiempo libre para amamantar a sus hijos en el periodo de lactancia; asimismo, se estableció que para trabajo igual debería corresponder salario igual, sin tener en cuenta sexo ni nacionalidad; se estableció reparto de utilidades; las hora extra de trabajo se debían pagar cien por ciento más que una jornada normal; habitaciones, servicios médicos y unidades recreativas en centros de trabajo; responsabilidad de empresarios por accidentes y enfermedades de los trabajadores; indemnizaciones por muerte o incapacidad; derecho a la formación de sindicatos; el reconocimiento del derecho de huelga; la creación de juntas de conciliación y arbitraje; el establecimiento de cajas de seguros populares en beneficio de los trabajadores; asimismo, se consideraron como de utilidad social las cooperativas para la construcción de viviendas, entre otras prestaciones”.

Agregó que ninguno de estos derechos existía durante el porfiriato. “Es indudable que la lucha del pueblo por su emancipación, acompañada por las sinceras convicciones de sus dirigentes, dio lugar a conquistas sociales muy importantes que marcaron con claridad la diferencia entre el periodo revolucionario y el porfiriato”.

Rememoró las palabras de Jesús Silva Herzog quien criticaba a “los reaccionarios” que “ignorantes y obstinados, siguen pensando que aquel tiempo en que gobernó al país el general Díaz, fue el mejor de México en toda su historia. Hay insensatos, parece mentira –señalaba don Jesús–, que niegan el desarrollo de la nación alcanzado en los últimos lustros; más para un hombre progresista de nuestros días, el balance del porfirismo arroja números rojos. Si no hubiera sido así no habría estallado la Revolución”.

En ese sentido, el presidente afirmó que fue “por el sacrificio de los mexicanos que participaron en esa gesta histórica, no por concesión gratuita, (que) se creó un nuevo orden social con mayor movilidad y justicia”.

No dejó de lado aclarar que también que con los gobiernos posrevolucionarios surgieron el Instituto Mexicano del Seguro Social y el Infonavit, entre otras instituciones de apoyo a la clase obrera.

Por Emir Olivares y Alonso Urrutia / La Jornada