Con una participación de alrededor del 12% del padrón electoral de acuerdo al INE, se llevaron a cabo las controversiales elecciones judiciales.
Nuestro sistema electoral nos permite validar legalmente una elección con tan poquita participación, pero la legitimidad política y social desde mi percepción no se alcanza con ese porcentaje, de hecho, manda un mensaje fuerte y claro de cuestionamiento a este ejercicio que pretendía fortalecer nuestro estado democrático. Sheinbaum declaró que todo es perfectible en su mañanera y genuinamente espero que se tomen muy en serio el ejercicio de evaluación y retroalimentación.
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Los resultados preliminares sobre los cargos a ministras y ministros son esperados: gente cercana al poder, pero que no dan certeza sobre la capacidad técnica que requiere dicha labor.
Los resultados de los otros espacios: magistrados, jueces de distrito y de algunas elecciones judiciales locales tendrán que esperar varios días por el volumen de cargos que están en disputa.
Al final de la elección había diferentes voces, todas opiniones válidas: la de abstencionismo que fue la más preponderante, quienes se alegraron de elegir a su poder judicial, quienes no entendían cómo votar, a quienes les dieron órdenes de hacerlo (tanto a favor como en contra), quienes salieron muy preocupados de las urnas por no entender por quién votaron, sí lo hicieron bien o mal, al final eran miles de personas cuyos nombres no tenían cara ni historia.
Fue una elección compleja, que dejó a gran porcentaje de la población confundida, con preocupación y miedo.
De todo lo que está aconteciendo, me parece que las personas protagonistas de estas elecciones fueron las funcionarias de casillas y el enorme equipo de los Institutos electorales nacional y estatales que con el mínimo de recursos, sin entender del todo lo que sucedía, demostraron un compromiso real con la democracia (que no necesariamente implicaba para ellos la creencia en el proceso de elección judicial) y con el país al instalar casillas y dejar horas de su vida personal en la elección más enigmática que hemos tenido.
Al menos a mí me devolvieron un poquito de esperanza, en el pueblo continúa el espíritu democrático.
De ese tamaño es la deuda que tienen que saldar los representantes de los tres poderes y espero que tengan la mínima decencia de leer los mensajes que mandó la sociedad, de responsabilizarse por todo aquello que salió mal y asumir los errores pasados, presentes y del futuro democrático; no merecemos otra cosa.
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