Durante los últimos dos años hemos experimentado un cambio radical en nuestras vidas debido a la pandemia, resultó común que, por la alta demanda de distanciamiento social, tanto alumnos como maestros y muchos profesionistas pasen gran parte de su vida escolar y laboral pegados a un dispositivo electrónico.
En este entendido, una de las herramientas más utilizadas son las plataformas virtuales de comunicación especialmente de videoconferencias como es el caso de Zoom o Meet entre los más comunes, donde puedes intercambiar audio, video o ambos, y se ocupa para conferencias, clases, y en general cualquier reunión de tipo virtual.
La realidad es que nos facilitaron las actividades porque son plataformas muy amigables, de cómodo manejo y con virtudes de todo tipo, quienes las utilizamos le sacamos jugo a sus bondades, y como en todo, el abuso en el uso de estos instrumentos suele ser toxico y hasta peligroso.
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Y hablando de cuando abusamos de algo, la ya famosa “Fatiga de Zoom” es un término que aparece con la pandemia y se refiere al agotamiento, cansancio o hastío asociado con el uso de estas plataformas virtuales de comunicación.
Si constante o permanentemente utilizas este tipo de dispositivos y experimentas cansancio, dificultad para concentrarte, agotamiento físico, irritabilidad o dolor de cabeza, es muy posible que seas presa de la Fatiga de Zoom, y también es probable que por la dinámica de trabajo o de estudio no te des cuenta.
Todos somos diferentes y las situaciones nos impactan de forma distinta, escuché a una persona decir que con saber que tenía que “conectarse” era suficiente para ponerse de malas y mis antenas luego luego se enfocaron en que podía ser fatiga de zoom.
Sobre el tema hay muchos estudios serios, uno de ellos lo realizó la Universidad de Stanford y en él se identifican cuatro situaciones que lo detonan: una cantidad excesiva de contacto visual de cerca es muy intensa; verse a sí mismo durante los chats de video constantemente en tiempo real genera fatiga; los chats de video reducen drásticamente nuestra movilidad habitual, y la carga cognitiva es mucho mayor en los chats de video.
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Igual me llamó la atención el pronunciamiento de la revista National Geographic pues refiere que las telellamadas parecen una solución elegante para el trabajo, pero desgastan la psique de formas complejas. La realidad es que difícilmente se podrá sustituir el contacto persona a persona.
Algo que ayuda a contrarrestar este síndrome del confinamiento es establecer periodos de descanso entre conexión y conexión, si destinas un espacio para este fin preferentemente ventilado y con buena iluminación además de corregir postura al permanecer sentado tanto tiempo.
Si bien muchas actividades se han restablecido y otras más lo han hecho parcialmente, todavía tomará tiempo retomar un ritmo habitual y lo más seguro es que muchas cosas cambiarán aun cuando termine la pandemia, muchos seguiremos echando mano del Zoom o Meet que, sin confinamiento, ahorra tiempo, dinero y esfuerzo en múltiples espacios.
Sigo creyendo que la comunicación cara a cara siempre será la que más disfrutamos, pero mientras la pandemia no ceda, las videoconferencias son lo más cercano a una comunicación interpersonal completa, así es que conviene sacarles ventaja.
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