La historia del feminismo occidental cuenta que las mujeres fueron parte de la fuerza laboral a partir de la segunda guerra mundial, cuando los hombres se fueron a la guerra y ellas tomaron sus lugares en trabajos considerados masculinos. Continuar replicando esta historia invisibiliza la historia de las otras mujeres: las racializadas, las pobres, las cuidadoras, las trabajadoras sexuales, las campesinas, entre otras.
Las mujeres siempre hemos sido parte de la fuerza laboral lo que sucede es que al no considerar que las otras mujeres, son mujeres, su trabajo al igual que los trabajos de cuidado no se han considerado valiosos dentro del sistema capitalista, ya que se considera que es un deber, una obligación de las mujeres realizar estas tareas que aparentemente son instintivas en nosotras y además, se piensa que al no haber una remuneración y no generar ganancias no deben ser percibidas como un trabajo.
Sin embargo, es toda esta estructura de cuidados, atenciones, servicios domésticos lo que sostiene la estructura del sistema capitalista. Sin las otras mujeres probablemente estas sociedades no existirían.
Las que se han integrado al sistema laboral masculino han tenido que vencer obstáculos, que hoy en día, persisten como es la brecha salarial que no es otra cosa más que tener pagos menores que los que los hombres reciben por el simple hecho de que somos mujeres y esta situación se agravaba con las otras identidades que nos atraviesan: si eres racializada, si tienes una discapacidad, si eres o no eres madre, si eres indígena, ente otras; o el no reconocimiento de nuestra diferencia reproductiva que consiste en pedir pruebas de embarazo para concursar a una vacante, no conceder la licencia de maternidad ni el permiso de lactancia u otros permisos parentales por enfermedad, cuidados, entre otros.
A raíz de la pandemia hemos visto como esta situación se ha agravado y entre despidos, recortes de sueldo, cierre de las escuelas las mujeres tienen una triple o cuarta jornada laboral: no solo hay que sostener la casa, el trabajo remunerado, si no también apoyar con la escuela en línea, buscar otros ingresos y cuidar a las personas que han enfermado.
Las trabajadoras sexuales han sido olvidadas en esta crisis, aunque no por grupos conservadores (feministas y no feministas) que en lugar de acercarse para apoyar con insumos, se han dedicado a continuar su criminalización.
Otras afectadas son las trabajadoras del hogar, que no solo han perdido sus trabajos porque las personas que las empleaban ya no las necesitan por estar en casa y por significar un riesgo de transmisión de la enfermedad; sino que las pocas que estaban siendo atendidas por el novedoso plan de aseguramiento ante el IMSS, les están negando o restringiendo el servicio de acuerdo a su salario y días laborales.
Ojalá este 1° de mayo hagamos una reflexión que mire a la otra fuerza laboral: las mujeres, las otras mujeres, las otras personas a las que no se les reconoce el trabajo como lo que es, sino como una obligación no remunerada.
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