MIGUEL PÉREZ

Las heroínas y héroes de siempre

La solidaridad, la empatía, el amor al prójimo, el darlo todo sin esperar nada a cambio. Esas son palabras o frases que se escuchan, se dicen, se leen en fechas con un significado profundo para muchos como son las festividades navideñas o el fin de un año y el inicio de otro. Justo la temporada que estamos viviendo. En los dos últimos años, el mundo ha extendido el uso de estos vocablos debido a la pandemia que nos tiene sumergidos a todos en un nuevo estado de ánimo: desde la tristeza profunda por la pérdida de un ser querido o bien en la alegría moderada por haber superado los estragos de la enfermedad o bien por no haber sido alcanzado por el virus en lo personal o en lo familiar. 

En México, el llamado semáforo epidemiológico en color verde nos ha permitido, después de muchos meses de encierro o de alejamiento de nuestros seres queridos, volver a reencontrarnos. Las reuniones se han dado dependiendo de la conciencia de cada uno: de manera tumultuaria o bien con la debida sana distancia o con el mayor cuidado respecto a las medidas de higiene. La posibilidad de una nueva ola de contagios no se descarta debido a la rapidez con la que se propaga la nueva cepa Ómicron, que hasta el cierre del año parece estar contenida o sin la fuerza suficiente para que al menos las autoridades sugieran un cambio en las políticas de movilidad. 

En ese contexto, hay un grupo de personas, héroes y heroínas, que poco o en algunos casos quizá nada han podido disfrutar, si es que así se le puede llamar, a los tiempos que estamos viviendo. Se trata del personal médico, público o privado, que no ha tenido un minuto de descanso a pesar del semáforo verde. La heroicidad de estas mujeres y hombres tiene que ver no solo con su enorme contribución al bienestar de los pacientes, a su sacrificio invaluable en las horas más complicadas de la pandemia, a su generosidad de atender a todos aquellos que han llegado a estar postrados en una cama de hospital, en una camilla o bien en los pasillos de los hospitales donde laboran. 

Por cosas del destino a un servidor le tocó pasar la temporada navideña en un hospital público acompañando a un familiar que fue sometido a una operación digamos de rutina, pero que se programó justo para un día antes de la Navidad. En dos días de vigilia pudimos constatar las condiciones precarias en las que trabajan nuestros médicos: un hospital regional de zona del IMSS en el que no funcionan los dos elevadores con los que cuenta (una mujer a la que urgía una operación no pudo ser intervenida por esta falla), falta de medicamentos básicos como paracetamol; jabón para lavar manos o gel desinfectante, papel higiénico en los baños (un mismo espacio es utilizado por hombres y mujeres). Esas son las condiciones en un hospital público en el que doctoras y doctores, enfermeras, camilleros, y un largo etcétera, brindan lo mejor de sí mismos a los pacientes que requieren sus servicios. 

Todos ellos son los menos responsables de las precariedades en las que laboran, y que, a pesar de eso, no pierden la empatía, solidaridad, el amor al prójimo y tantas y tantas virtudes que practican diariamente y no solo en las épocas decembrinas. Honor a quien honor merece. 

Twitter: migueles2000 

Comentarios: miguel.perez@hidalgo.jornada.com.mx 


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