No podemos negar que desafortunadamente los riesgos ocasionados por desastres de origen natural son cada vez más recurrentes, pero, además, suceden con mucha más fuerza que antes, incluso a pesar de la tecnología e información con las que se disponen, su prevención continúa siendo compleja; es por ello que uno de los temas que debería permear y convertirse en un foco de atención para los gobiernos e instituciones es la planificación urbana.
Y es que las distintas afectaciones y la magnitud en las que un desastre puede impactar en el bienestar de las personas son evidentes, sobre todo cuando se trata del patrimonio físico de las familias. Hemos sido testigos de la manera en la que un solo evento puede cambiar para siempre la vida, e incluso eliminar años de avance en construcción, siembra y/o cosecha y desarrollo de calles, edificios y negocios.
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Además de considerar lo anterior, se debe reconocer que de forma constante los sectores más vulnerables sueles ser los más perjudicados, en datos del Banco Mundial, tan solo entre 1998 y 2018, el 91% de las muertes relacionadas con tormentas se registraron en países de ingreso bajo y mediano, pese a que solo el 32% de estas perturbaciones atmosféricas se produjeron en esos países.
No podemos rebatir que la tendencia del crecimiento de la población ha hecho que la urbanización se convierta en un punto significativo para los gobiernos del mundo entero, por lo que, con base en ello, la Organización de las Naciones Unidas, calcula que para 2050 más de dos tercios de la población mundial vivirá en ciudades.
Basándose en dicho incremento, el informe Réplicas: Remodelizar el pasado con miras a un futuro resiliente del Banco Mundial explica que estas tendencias podrían poner en riesgo, solo considerando las inundaciones fluviales y costeras, a 1,300 millones de personas y USD 158 billones en activos.
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El pasado nos ha mostrado claramente la manera en la que un desastre natural puede acabar con comunidades enteras, recordemos la erupción del Vesubio, el huracán en Santo Domingo o el tsunami de 2004 en el océano Índico, solo por mencionar algunos, lo que sin duda se debe convertir en un buen ejemplo para alentar a los gobiernos a pensar con mayor resiliencia.
Hoy se deben analizan los impactos que podrían tener eventos similares, sobre todo si estos suceden en un mundo mucho más poblado e interconectado.
Es así que hoy, la planificación puede desempeñar un papel fundamental a la hora de identificar vulnerabilidades y así proceder en consecuencia de la forma necesaria para disminuir daños, sobre todo haciendo uso de planes de desarrollo y reducción de riesgo de desastres, así como de actividades de prevención dentro y fuera del hogar.
Se tiene que reconocer que, pese a que nuestro país se ha enfrentado a muchos y peligrosos desastres naturales, aun hoy no se han fortalecido del todo y de forma constante sus capacidades de prevención y recuperación. Todavía y de forma desafortunada prevalece el enfoque reactivo donde la acción de la naturaleza determina la vigencia de la política de gestión de riesgo, por lo que repensar nuestro actuar será determinante para las siguientes generaciones.
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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