Simón Vargas

La libertad en el mundo digital, ¿espejismo?

Si continuamos desarrollando nuestra tecnología sin sabiduría o prudencia, nuestro servidor se convertirá en nuestro verdugo.

Omar Bradley

Es probable que muchos en algún punto nos hayamos cuestionado el concepto de libertad y es que no podemos negar que ésta ha sido una de las ideas más abordadas a lo largo de la historia, y que incluso de forma paradójica a su vez se encuentra atada casi ineludiblemente a la disertación sobre el destino.

Y es que la mayor parte de las tragedias griegas y las obras literarias centran entre sus puntos clave dicho tema, pero no sólo estas áreas, sino que también la filosofía, las diversas religiones, corrientes psicológicas como el psicoanálisis y en tiempos últimos también la genética y la neurociencia.

Sin embargo, conforme ha pasado el tiempo el tan citado destino ha empezado a convertirse en un personaje secundario y la libertad se posiciona cada vez más como un elemento palpable. Los cambios sociales, las ciencias, la economía, pero especialmente la tecnología, han permitido que la globalización intensifique esta sensación de liberación; desafortunadamente, esto podría ser una fantasía bien elaborada y sobre todo cuidada.

Es indiscutible que la globalización ha dado lugar a un fenómeno de dependencia digital, donde pasamos una gran cantidad de horas vinculados con la tecnología, desde celulares, computadoras y ipads, incluso el denominado internet de las cosas, han hecho que día con día nuestras decisiones queden atadas casi invariablemente a algoritmos diseñados para encaminarnos hacia ciertas acciones.

Pero además, aunado a lo antes mencionado en los últimos años, es factible que se haya dado paso a una posible vigilancia a través de casi cualquier dispositivo electrónico, la cual ha alarmado a expertos de todos los sectores y que indiscutiblemente requiere un análisis prioritario; porque con pesar hay que comenzar a reconocer que los experimentos sociales que han evaluado si los micrófonos instalados “escuchan” con la finalidad de mostrar anuncios relacionados con los temas hablados, cada vez arrojan resultados más ostensibles, lo cual no solo se convierte en espionaje tecnológico, sino que además viola la intimidad de cada individuo, dejando la libertad enmarcada como un claro espejismo ante el realismo de lo innegable.

¿Podría ser que, cual tragedia griega ahora nos encontremos bajo el designio de un oráculo constituido a base de microchips y lecturas de clics? Quizá a pesar de que consideremos que nuestras decisiones son además de individuales, lógicas y basadas en necesidades, en realidad es posible que estemos bajo la influencia de un control digital que tiene su principal triunfo en aparentar una libertad total.

Y no sólo se trata de lo que sucede con los dispositivos que se encuentran en casa o en el trabajo, la intromisión en nuestra vida ha estado presente durante años, Edward Joseph Snowden quien reveló los enormes niveles de vigilancia de las Agencias Central de Inteligencia y de Seguridad Nacional de E.E. U.U. nos dio una breve introducción, y aún hoy China continua llevando a cabo una red de videovigilancia con reconocimiento facial que hasta el 2018 de acuerdo al Foro Económico Mundial contabacon 170 millones de cámaras y que según estimaciones alcanzarían más de 600 millones en el 2020.

No podemos evitar el contacto con la era digital, ni estigmatizar, porque mucho de la sociedad se ha construido sobre sus bases, pero sí debemos hacer todo lo posible para tener cuidado con la información que vertimos en la red, con lo que autorizamos y con el uso que le damos a la tecnología.

*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.

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