Transcurría las primeras horas del día 3 de octubre del 2019, las puertas del acceso principal del histórico Palacio de Bellas Artes se encontraban abiertas, todo estaba listo para recibir los restos del Mtro. Miguel León Portilla ese historiador y pensador mexicano que describió las literaturas indígenas y los pensamientos filosóficos de nuestras lenguas maternas al nivel de las grandes civilizaciones.
Ahí estuvimos esa mañana acompañando a una persona que nos hizo reflexionar la grandiosidad de la cosmovisión de nuestras raíces, los de abajo, la visión de los vencidos como narra en sus textos, acompañado de personalidades en una armonía estética se conjugaban las prendas típicas bordadas de iconografía y los bolsos “dolce gabbana”.
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Irónicamente en estos escenarios es donde se aprecia la riqueza cultural de nuestros pueblos originarios y por ende el valor de la lengua materna, saliendo de ese recinto la muchedumbre transita en un caos, los edificios burocráticos, tiendas departamentales, y corporativos privados forman parte de la gran Tenochtitlán, imperio que al paso de los años ha transformado sus generaciones denigrando en una absurda escala social a los guardianes de la lengua que sobreviven con la venta de artesanía que deambulan entre las calles y jardines en la búsqueda de un espacio para dormir.
Acechados por los depredadores de la gran urbe el hablante de la lengua materna hoy, como desde hace muchos años es objeto de la trata de personas, de la prostitución en cantinas o en calles de la zona rosa, es utilizado como animal de carga para labores en tiendas o negocios chilangos.
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La idea de celebrar un “Día Internacional” fue una iniciativa que surgió de Bangladesh, aprobada en la UNESCO en 1999, 22 años han transcurrido y cada dos semanas una lengua desaparece, y con ello un patrimonio cultural e intelectual, tal vez es lo mejor para ellos en una sociedad y en un mundo que no está listo para la grandeza lingüística.
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