El 11 de octubre de 1983 a las seis de la tarde entre las calles Toribio Reyes y San Luis Potosí en el barrio Tahuizán en Huejutla de Reyes, un sicario que vestía pantalón vino y camisa verde realizó dos disparos a mansalva por la espalda a Benito Hernández Cruz, dirigente de la Unión Regional de Ejidos y Comunidades de la Huasteca (URECH), crimen nunca aclarado.
Tiempos aciagos en el norte de Hidalgo que en los setentas se tiñó de sangre: matanzas y asesinatos de dirigentes pagados por quienes se negaban a perder sus ranchos ganaderos a manos de quienes reclamaban la tierra que les pertenecía ancestralmente, convirtió a la Huasteca en caldo de cultivo para grupos clandestinos y semi clandestinos.
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La URECH creada a principios de los 80s, por el guerrerense Anacleto Ramos que junto a su hermano José Isabel están consignados en la novela Guerra en el Paraíso de Carlos Montemayor, como traidores del guerrillero Lucio Cabañas; para contrarrestar a la Organización Independiente de Pueblos Unidos de la Huasteca (OIPUH) surgida tras la Matanza de los Nicolases el 14 de mayo de 1977 y captar disidentes de la Confederación Nacional Campesina (CNC).
Anacleto Ramos sería asesinado tres años después; crimen tampoco esclarecido, aunque se trató de responsabilizar al Partido de los Pobres en venganza por la traición a Lucio Cabañas, al igual que el de Benito Hernández, que tensó a la Huasteca, aunque fueron señalados personajes acaudalados que se dijo reunieron 2.5 millones de pesos para pagar al pistolero.
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Jerónimo Hernández Santos acusado de reunir el dinero fue absuelto y José Andrés Flores o López Hernández a quien se le ubicó como autor material, murió en un enfrentamiento con policías en Santa Clara, Estado de México, localizado trabajando en una bodega.
A cuatro décadas de decenas de asesinatos y represión a indígenas, la Huasteca se transformó, con los “amortiguadores” sociales: distribución de tierras en los ochentas y educación media superior y superior en los noventas. Así crecieron zonas suburbanas, no oportunidades, jóvenes con estudios, no tienen empleo. Los gobiernos no entienden que la economía local debe ligarse a la del Golfo de México no a una carretera que no termina con la pobreza y que los 2 mil 600 millones de pesos del libramiento Real – Huasca, debieron invertirse en una super carretera a Tampico, porque si bien se redujo la marginación sigue la pobreza.
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