“La explosión nos levantó de la cama”: habitantes de la Aquiles

La explosión nos levantó de la cama. Eran poco antes de las 6 de la mañana cuando un estruendo sacudió el edificio, rompió ventanas y cimbró toda la cuadra. Momentos después, en el reflejo de los vidrios vecinos podían ver las llamas expedidas por el tanque de gas LP. Una acumulación de la sustancia había tumbado las paredes prearmadas del departamento 302, en el lado A del edificio T. El desastre comenzaba en la Aquiles Serdán. Uno de esos muros cayó sobre un auto compacto estacionado cotidianamente sobre la calle Atlantes. El dueño, asustado como todos los que salimos mostraba temor, incertidumbre, rabia y un sentimiento entripado de impotencia.

Al llegar los cuerpos de emergencia ya había amanecido. Podían notarse con claridad los daños al departamento, al edificio, al vehículo, a la acera y a nosotros. La vida de al menos 20 familias nos había cambiado por completo en un instante. Bomberos, elementos de Protección Civil, policías, vecinos y curiosos corrían sin saber qué hacer. Ya una palabra de consuelo o un abrazo dominaba el ambiente. Los pequeños en pijama, así como las madres y padres de familia sentados en la banqueta con la mirada atónita contemplaban el escenario.

El lado A quedaría asegurado por los evidentes deterioros. Los diez departamentos permanecen inhabitables por cuestiones de seguridad, ya que la vivienda con los mayores daños parecía que se caería muy pronto, a pesar de los polines que colocaron, y que hasta la fecha notoriamente no son suficientes para sostener las averías ocasionadas, presuntamente premeditadas, por un individuo de iniciales C. M. O. F., quien fuera estudiante de Medicina.

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Esa tarde, los habitantes del lado B regresaríamos a casa. No así nuestros vecinos del lado A quienes, con pertenencias y algunos muebles, yacían en la banqueta esperando la ayuda que se sintió con los colonos organizados del fraccionamiento quienes montaron una carpa brindando agua, alimentos y consuelo, que fue de lo más preciado, además del apoyo moviendo pertenencias de un lugar a otro, incierto.

“No queremos ser arrimados, ni humillados, queremos una vivienda digna, no hicimos nada para merecer esto”, son las consignas que permean desde hace un año que sucedió el siniestro, 16 de diciembre del 2021.

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Comienza el juicio. Audiencias, descarga de pruebas, testimonios, ida y vuelta a la Procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo que, claro, significa una inversión: pasajes, comidas, tiempo y mucha paciencia. Todo lo anterior sin tener una vivienda fija para muchas y muchos. Los otros, “los afortunados”, aún vivimos en el lado B, ya con una invitación por parte de la PGJEH a desalojar por riesgo de colapso de toda la torre, sin mencionar el posible lugar donde caería, que podría ser en las casas frente al inmueble, a otro edificio, sobre peatones o en sí mismo.

Todo es una posibilidad, las familias se niegan a abandonarlo ya que no cuentan con garantías de nada. Ni apoyo estatal o municipal, pago del imputado, peritaje contundente, dictamen final. Ha resultado un deporte extremo vivir en el T.

Al llegar a un año es inevitable recordar esa mañana en la que la vida cambió para las más de 20 familias, las mismas que nos convertimos en víctimas, en espera de que se resuelva nuestra situación, que nos digan que no perdimos nuestro patrimonio, nuestro hogar.

Sí, necesitamos una esperanza, al menos para disfrutar tranquilamente un ponche caliente en el inicio de estas posadas. Tal vez para abrazar a mis vecinos y decirle a mi familia que estaré mejor. Sólo queda esperar y no pasar tan incierto este invierno ni el año venidero.