La defensa de los derechos laborales

Como cada primero de mayo conmemoramos el día del trabajo. A diferencia de las generaciones que me antecedieron, nosotres hemos perdido el sentido de colectividad que logró el reconocimiento y garantía de los derechos laborales.

El debilitamiento de los sindicatos, nuevas modalidades de contratación, reformas regresivas y sin duda, la violencia simbólica que han ejercido los dueños del capital; son algunos de los motivos por los que en mi generación ya no hablamos del derecho a la jubilación, las pensiones, estabilidad en el empleo.

Hemos caído en las garras del capitalismo que nos recuerda día a día que no somos indispensables, que hay alguien más que por su necesidad está dispueste a aceptar cualquier trabajo y en cualquier condición con tal de recibir unos pesos.

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Pienso en las mujeres haitianas que ahora están limpiando cisternas y tinacos en la Alcaldía Benito Juárez que fueron afectadas por la contaminación del agua con un hidrocarburo de origen desconocido. Sin herramientas, protección y ninguna garantía de seguridad estas mujeres están arriesgando su salud para que otras personas más privilegiadas puedan tener agua limpia.

Pienso en una desvergonzada Xochitl que jura saber que es la pobreza diciendo que la reducción de la jornada laboral a 40 horas se logrará cuando los empresarios estén contentos.  Basta recordar a Slim diciendo que él aseguraba que no era momento de reducir las jornadas laborales, porque más que implicar un beneficio para les trabajadores, les iba a empobrecer y entonces iban a buscar uno o más trabajos extras para sostenerse.

Checa: Misoginia institucional

Las personas que tienen en sus manos el control de las empresas apenas son un puñado, frente a las millones de personas que representan a la fuerza laboral y que si trabajaríamos unidas, probablemente podríamos subvertir algunas de las violencia que ejercen para seguir evadiendo impuestos, pagando poco y explotando a la gente.

Las generaciones que vienen detrás de la mía tienen otras lógicas del empleo: nada de ponerse la camiseta, nada de hacer labores que no estén en sus contratos y que sea un trabajo que permita el disfrute de la vida.

Ojalá esa nueva sabiduría tuviera un diálogo con aquellas herramientas, como la organización sindical, que alguna vez sirvieron para proteger a la clase trabajadora y podamos aspirar a un futuro laboral mucho más digno, para todas, todos y todes.


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