Por: Dino Madrid
En la vida pública, como en la personal, hay momentos donde el barro parece cubrirlo todo: causas judiciales, rumores, traiciones disfrazadas de prudencia. Es entonces, y no en los días fáciles, cuando los principios se ponen a prueba.
Debemos entender, con la serenidad de quien ha visto pasar muchas tormentas, que los procesos judiciales, más allá de sus veredictos, son asuntos de justicia, no de venganza política. No se debe hacer de ellos una feria de oportunismos ni un circo de linchamientos. Porque cuando el derecho se convierte en herramienta de la politiquería, no gana la justicia: gana la mezquindad, y pierde la esperanza de un país mejor.
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Hoy más que nunca debemos rechazar la tentación de usar los tribunales como trincheras políticas. Defender esta convicción no significa tolerar la impunidad, sino recordar que la lucha verdadera por un México más justo pasa por respetar los procesos, no por manipularlos según la conveniencia del aplauso fácil o del ataque oportunista.
Y junto a este principio, se alza otro aún más alto: la amistad verdadera.
En política, donde abundan los intereses y escasean las convicciones, mantener la amistad frente a la adversidad no es una simple cortesía; es una declaración de carácter. Negar la amistad en el primer viento de problemas, retirarle la mano al compañero en la hora oscura, es traicionar no sólo a la persona, sino a uno mismo, al propio código ético que nos define.
La lealtad no es sumisión ni complicidad ciega. Es estar, aunque duela, aunque incomode, aunque muchos prefieran mirar hacia otro lado. El amigo no se juzga en la plaza pública ni se entrega como ofrenda para salvarse del qué dirán. Se acompaña, se sostiene, se dice la verdad si es necesario, pero nunca se abandona.
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Hoy, en medio del ruido, las presiones y los juicios prematuros, reafirmamos un principio esencial: la justicia no se negocia, la amistad no se traiciona, los ideales no se venden al mejor postor.
En los tiempos donde muchos renuncian a su palabra como quien cambia de camisa, yo elijo otra forma. Porque en la política, como en la vida, quien se mantiene firme en sus principios, aunque camine solo, va siempre en la dirección correcta.
mho

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