“Es justicia, no caridad lo que está deseando el mundo”
Mary Shelley (1797-1851)
La justicia para las mujeres siempre requiere de buenas noticias, sobre todo en estas épocas que sentimos que necesitamos renovar la esperanza, tomar aire para seguir luchando por las causas que muchas personas piensan que son inútiles, pero que muchas feministas (entre ellas yo) creemos que es necesario seguir insistiendo y esta semana nos llegaron noticias alentadoras.
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El caso de la francesa Giséle Pelicot a la cual su marido drogó por años para que decenas de hombres la violaran, tuvo la valentía de denunciarlo, de llevarlo a juicio en el cual el marido dijo que lo que le molestaba de Giselé era su rebeldía, es decir, violarla él y otros hombres era su forma de ejercer su dominio sobre ella, sobre su rebeldía; por todo el mundo han surgido manifestaciones de apoyo, de acuerparla durante este juicio tan mediático. De alguna manera se logró, ya que Dominique Pelicot (el marido) fue condenado a 20 años de prisión (la pena más alta en Francia) y los otros 50 violadores fueron condenados entre 3 y 15 años de prisión. Ella, a pesar de los testimonios tan rudos, decidió que el juicio fuera público por una razón: que la vergüenza cambie de bando, es decir, que fueran ellos quienes sintieran la vergüenza y no ella.
Después de 11 años llegó la justicia para la familia de Beatriz, una mujer salvadoreña que padecía diversas enfermedades como lupus, artritis reumatoide y cuyos dos embarazos empeoraban su salud. Especialmente el segundo, donde el feto era incompatible con la vida. En ese caso, El Salvador se negó reiteradamente a que pudiera acceder al aborto, aunque corriera riesgo su vida por lo que fue obligada a continuar el embarazo hasta la semana 26 en la que se le practicó una cesárea de emergencia. A las 5 horas murió la recién nacida por anencefalia, padecimiento que estaba previamente diagnosticado que sucedería. A pesar de esta situación de salud, el estado no otorgó la atención que debería porque el aborto está prohibido en El Salvador, por lo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al país latinoamericano, el pasado 20 de diciembre, por violar los derechos humanos de Beatriz. El tribunal ordenó al Estado que asuma la reparación de los familiares de la demandante por los daños sufridos y cubra los gastos de sus equipos legales. Todo esto no hubiera sido posible sin la insistencia de la familia, de organizaciones locales, y de un movimiento regional.
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Si algo nos deja el 2024 es la entereza de estas mujeres, de organizaciones civiles, de feministas y de muchas otras heroínas anónimas en todo el mundo logrando el acceso a la justicia. Gracias a todas, otras formas de justicia son posibles; gracias a todas, el fuego de la esperanza lo mantenemos vivo, hasta que la dignidad se haga costumbre y como hace siglos lo exigía Mary Shelley: justicia es lo que pedimos al mundo, ni más, ni menos.
MHO
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