Juan Cirerol en El árbol del tiempo

Pachuca sólo finge ser anodina… yo lo sé. En los últimos días ha demostrado que su gente puede tener tigres y leones en el jardín de su casa, que puede servir de refugio para distintos tipos de criminales, que en una de sus tiendas de vinilos se vende un ejemplar de Artaud, disco de Luis Alberto Spinetta y considerado una de las ediciones más raras del mundo. Hace tiempo conté acerca de un parroquiano de una cantina de El arbolito que podía decir de memoria poemas de Leopoldo María Panero y creo que podría seguir largamente.

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Pienso en todo ello la noche del viernes 24 de octubre mientras el cachanilla Juan Cirerol toca en el Café-bar El árbol del tiempo de la colonia Periodistas. Se trató de un concierto de una difusión muy focalizada, casi para que llegarán estrictamente fans… apenas una pocas decenas de personas pudimos presenciar esa andanada de folk rock, country, norteñas y corridos que ahora interpreta desde la rehab.

Juan Cirerol sigue teniendo una enorme capacidad para tocar la guitarra de 12 cuerdas y cantar con tremenda energía… cuenta con un repertorio contundente; estaba destinado para trepar hasta lo más alto de la escena musical mexicana, pero la vida en el exceso pasa factura y tuvo un fuerte rompimiento con mucho público… ya se sabe, el peor enemigo de un hombre es un teléfono celular con redes sociales.

El árbol del tiempo ofrece un escenario pequeño y acogedor desde el que pudimos apreciar la propuesta de Saúl Fimbres -en calidad de abridor-; un músico con guitarra y armónica que va buscando encontrar su propia manera de asumirse como cantautor mientras va combinando un poco del espíritu y candor indie con las posibilidades del folk; “Mi ruina” es una excelente composición que tiene de su lado.

Menos frenético que antaño, pero igual de intenso, Cirerol parece dispuesto a recuperar todo lo perdido, es por ello que me preguntaba si optaría por tocar “Metanfeta”, una canción que es emblemática para él y una confesión de sus gustos prohibidos; resultó que valentía no le falta y soltó esa canción políticamente incorrecta que la gente coreó a toda garganta.

Este concierto me deja con una sensación como de volver a los años del mejor underground… un sitio pequeño que controla el volumen para que no moleste a los vecinos… en el interior una discreta cantidad de público que se comporta con feligresía.

¿Country sonando en Tuzolandia? ¿Puede ser un cover de Joan Sebastian ser una especie de himno? ¿Hay espacio para recuperar algo del sonido y estructura de un corrido clásico? Todo eso y más durante la actuación de Juan Cirerol, una figura asociada al rock mexicano y que nos lleva a pensar que cada vez hay menos razón para las salas enormes de concierto… como que el rock nacional -o mucho de él- se ha retrotraído.

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Me quedo con la calidez de contar con una escena acotada, pero entusiasta; me alegra también que Juan Cirerol esté en excelentes condiciones de salud… talento tiene y de sobra… el asunto es que se mantenga concentrado y perseverante… tendrá que ir escalando nuevamente.

Que bien que a estas alturas pueda decirse: ¡todo fine, todo fine, con Juan Cirerol!

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acf


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