John Steinbeck, escritor estadounidense, a través de su obra literaria permanente, activo en el recuerdo de sus miles de lectores, así como por su desempeño como corresponsal en distintos escenarios de la Segunda Guerra Mundial.
De sus libros destacan De ratones y hombres, La Perla –que con Emilio, El Indio, Fernández se llevó al cine mexicano- Las uvas de la ira y Al este del Edén.
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Premio Nobel de Literatura en 1962, otra aportación no menos notable fue su obra Hubo una vez una guerra, que dividió en tres bloques con títulos ilustrativos: Inglaterra, África e Italia.
Nacido el 27 de febrero de 1902 en Salinas, California, falleció el 28 de diciembre de 1968, en Nueva York.
Se cuenta que no era afecto a ser centro de interés, salvo excepción cuando recibió el Nobel y dirigió un mensaje.
Como parte de su singular personalidad, se sabe que escribía sus textos a mano y prefería emplear lápices que bolígrafos o máquinas de escribir. Se supo que utilizó 300 de éstos para Al este del Edén y que bien podía llegar a utilizar 60 lápices en un día.
De su labor en calidad de comunicador, Steinbeck apunta:
“Al corresponsal se le permitía una gran libertad de criterio; pero siempre, para juzgar sus artículos estaban los censores, el mando militar, los periódicos mismos y, finalmente, los más duros de todos, los civiles ocupados en asuntos militares –los comandos del Time Magazine, los del The New Yorker-, para ponerlo en cintura, en otro caso, apartarlo de sus funciones.
“Cuando el general Patton abofeteó a un soldado enfermo en el hospital; cuando nuestra armada abandonó en Gela a cincuenta y nueve de nuestros propios hombres, el mismísimo general Eisenhower pidió a los corresponsales de guerra que no enviaran estas informaciones porque podían afectar a la moral del pueblo. Y no la enviaron”.
Sobre el capítulo Inglaterra, deja leer su prosa directa:
“En la enfermería del barco hay trabajo, porque las cosas que a veces suceden a los hombres, que pueden suceder a los hombres, han empezado a suceder. El mayor médico se ha quitado la camisa. Se lava las manos con un jabón verde, mientas una enfermera del ejército, toda de blanco, permanece de sosteniendo la bata del doctor. El anónimo soldado al que le duele el apéndice es atendido por otra enfermera, que le lava el estómago. Brillantes focos iluminan la meas de operaciones. El doctor se enfunda los guantes esterilizados. La enfermera ajusta la mascarilla blanca sobre la boca y la nariz del médico y conduce al soldado, ya dormido, hasta la mesa que iluminan los potentes focos”.
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En África:
“En un puesto del norte de África (vía Londres) (26 de agosto de 1943). A las nueve de la mañana te llega la confirmación de haber sido aceptado para ir a África. Entonces vas al despacho del oficial del transporte.
-¿Le va bien salir esta noche? –Te pregunta él- Tendrá que presentarse en tal sitio a las 7.30. No se retrase”
Nueva agenda a cubrir del corresponsal de guerra dentro de estrictos controles.
Finalmente Italia
“En algún lugar del Mediterráneo (12de octubre de 1943).Se ha dicho y no hay poco de cierto en ello, que, mientras los alemanes luchan por dominar al mundo y los ingleses lo hacen por defender a Inglaterra, los norteamericanos luchamos por la conquista de recuerdos. Esta opinión es discutible, pero nos da un poco de moral ante nuestros soldados”.
De Edhasa, la primera edición es de septiembre de 2010.
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