El 15 de octubre de 1923 nacía en Santiago de las Vegas, Cuba, un italiano que se convertiría en uno de los escritores más importantes e influyentes no sólo del siglo XX, sino del presente; se trata de un autor con una gran capacidad imaginativa que ocupó en su obra de ficción y un pensador de enorme calado que transformó el ensayo de raíz.
El autor de un libro de cuentos inagotable como lo es Los amores difíciles (1970), recibió en 1984 la invitación para asumir la cátedra de las Charles Eliot Norton Poetry Lectures en la Universidad de Harvard, en Massachusetts; Calvino se puso a redactar una serie de conferencias que le permitieran perfilar los temas y características que consideraba apropiados para el milenio por venir y el respectivo siguiente siglo.
Desafortunadamente, no llegó a dar las charlas, pues la muerte le sorprendió una semana antes de partir rumbo a los Estados Unidos; justo el 19 de septiembre de 1985, mientras se encontraba en la legendaria ciudad de Siena.
Con aquellos materiales se conformó Seis propuestas para el próximo milenio, un libro brillantísimo al que no queda sino volver de tiempo en tiempo. Pienso en Italo Calvino y siempre tendré en alto Las ciudades invisibles y El barón rampante -novelas inapelables-, pero esa entrega de ensayos sigue teniendo el poder de los electroshocks a la hora de intentar escribir.
El también autor de Una noche de invierno un viajero apuntó con mucha certeza las cualidades de las obras y la prosa que había que perseguir en lo venidero: “levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad, consistencia”; de este último apartado sólo se obtuvieron apuntes que fueron organizados posteriormente.
Calvino es un detonador cuántico para reflexionar acerca del ejercicio escritural: “La señal de que el milenio está por concluir tal vez sea la frecuencia con que nos interrogamos sobre la suerte de la literatura y del libro en la era tecnológica llamada postindustrial. No voy a aventurarme en previsiones de este tipo. Mi fe en el futuro de la literatura consiste en saber que hay cosas que solo la literatura, con sus medios específicos, puede dar”.
Aún hoy, con todo y la tremenda acometida de la Inteligencia Artificial, voy con Calvino y creo que hay cosas que sólo la literatura puede aportar y entrever; la disciplina conserva sus secretos y los esconde ante aquellos que desean traicionarla.
A bote pronto, aprecio que abundan hoy los libros en los que priva de todo menos la levedad… la sociedad contemporánea se ha vuelta muy densa, pastosa… lastrada por la literatura del yo -¡tanto aprecian sus vidas tantísimos escritores egocéntricos!-.
En sentido contrario, por fortuna hay autores muy interesantes que han hecho de la multiplicidad una herramienta fundamental para llevar adelante su obra; quizá podría mencionar cuando menos una docena o más, pero considero que el siguiente trío aplica a la perfección: Ricardo Piglia, Enrique Vila Matas y César Aira.
Coincido con la ilustradora Nina Laluna, cuando, a propósito de repensar a Calvino, anota: “La levedad es un valor que muchas veces subestimamos y que confundimos con la superficialidad. Calvino no habla de una levedad frívola, por el contrario, nos dice cómo la levedad de pensamiento nos hace ver la superficialidad como más pesada y opaca… en sus Seis propuestas para el próximo milenio, pone la levedad como la primera de una serie de cualidades esenciales de la literatura, pero que podríamos extender a una teoría estética más general”.
Italo Calvino sigue alumbrando el camino de la escritura para todos aquellos que acuden a él.