Debo a la generosidad de mi colega abogada Lourdes Vera Ruiz los Apuntes italianos y otras notas de un sociólogo en viaje (Seix Barral, Buenos Aires 2024), del notable constitucionalista argentino Roberto Gargarella, crónica de las andanzas del autor por el mundo.
Son reseñas tan disímbolas como la diferencia entre el helado y el gelato italiano; o la presencia de dos tremendos, amables perrazos en un café sin alardes, barrial y obrero de Edimburgo; descripciones breves, la de la India, por ejemplo: lugar sobrepoblado, con mareas de pobres, división en castas, un sexismo extremo. Pero la riqueza que se nos revela tan apabullante, que nos obliga a cerrar los ojos. Quedo cegado por lo que veo, ciego de tanto ver. O su tristeza cuando, de regreso a Oxford sufrió la desaparición de la librería Blackwell´s, vendida tras ciento cuarenta y tres años a la mayor cadena librera de Gran Bretaña: Sí. Es lo que parecía: ¡es el fin! Todo tiene un final. Debía ser lo contrario: ¡todo tenía que seguir igual, para siempre! ¡Nada de esto tenía que cambiar! ¡Nunca!
Roberto Gargarella es una referencia obligada en el estudio del derecho constitucional contemporáneo. Desde Latinoamérica su presencia está en todos los espacios de esta disciplina mediante artículos, conferencias y libros; y un activismo siempre abundante en conocimiento, análisis, crítica inteligente y propositiva. Participó en el debate sobre la Reforma Judicial en nuestro país y suscribió el Amicus curiae presentado por medio centenar de expertos de diversas partes del mundo en la Suprema Corte de Justicia. Su más reciente libro es Manifiesto por un derecho de izquierda (Siglo XXI, Argentina, 2023)
En los Apuntes italianos, Gargarella dedica un capítulo con siete estampas a nuestro país: México, la bestia. Van dos fragmentos a manera de invitación a leer el libro.
La bestia: En un contexto marcado por la crueldad, la opresión, la violencia machista, los cuerpos mutilados, el abuso de poder, el maltrato, la burla de clase, el sometimiento, el desprecio al indígena, entre medio de todo eso, aquí en México, despierta y brota la belleza, la compasión, la ilusión, por todas partes, siempre. Escapando, escabulléndose del horror, emerge la vida: hay libertad, fiesta, emoción, sin especulaciones o frenos, sin cálculos de consecuencias. La desmesura. […] Es esto también, esa bestia, ese animal fantástico, irrepetible, único, que lo arrasa todo, y a nosotros con ello.
Panzazo y convención: Uno de los hechos más significativos de mis días en México, ocurrió apenas mi llegada a uno de los tantos congresos que me trajeron por aquí. Como en varios de ellos, el alojamiento fue en un sitio exagerado, excesivo para todos, para mí. En esta ocasión, sin embargo, algo más ocurría, se palpaba. No era la decoración cursi o desopilante; las atenciones innecesarias; las reverencias en las que nadie cree – ni quienes las hacen, ni quienes las reciben -. Por la noche – estoy cansado, me retiro a dormir muy temprano- no alcanzo a descubrirlo, pero a la mañana siguiente sí, ya era manifiesto, evidente, llamaba la atención a los gritos. […] El hotel – mi Dios – alberga una Convención de Payasos. Más precisamente una Convención de Payasos en su mayoría norteamericanos, gordos, ciclópeos, aplastantes, fabulosos. Ahora sí, con las venas henchidas, como si ninguna otra cosa ocurriera o importase, coloradísimo, sin vergüenza ni dientes, otra vez, México ríe, se me ríe en la cara.