Garlito
No hace mucho tiempo, un Presidente de la República, más ocurrente y ranchero que el mismísimo Pedro Infante, recordado por su nefasto sexenio y el remedo de Doña Carlota, pues parecía que la que gobernaba era su polémica esposa; populista dicharachero, chachalaca le decían, propuso como solución a la pobreza, creación de micro pequeñas empresas, para que todos pagáramos impuestos, así sea una vendedora de chalupas, creación y dar solución a la necesidad de empleo y crecimiento económico del pueblo de México; intentó un monopolio de changarros.
Venta
Como parte de nuestra manera de ser, cultura, inventiva mexicana o única y última salida, el comercio es la herramienta más socorrida, para aquellos que necesitan un empleo honesto y la posibilidad de satisfacer las necesidades más apremiantes de sus familias, venta de todo producto que podamos imaginar, la economía informal, permite esta salida y la colocación pronta, de un changarrito semifijo donde se pueda adquirir, prácticamente todo, desde dulces, ropa, alimentos, cubre bocas, invadiendo calles, avenidas y plazas; ya antes habíamos comentado este fenómeno de la ciudad de Pachuca y de todas partes del país, los comercios informales que pululan en la vía pública, no son una muestra de crecimiento económico, ni generación de empleo, sino más bien síntoma de una economía muy maltrecha.
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La solidaridad mexicana, más ahora después del impacto de la pandemia, permite esa proliferación de negocios callejeros informales, estamos acostumbrados a mercar en lugares donde no hay garantías, ni seguridad de higiene, pero consumimos tacos, esquites, tenis y ropa deportiva, para ayudar a los más necesitados, patriotismo entre el pueblo; lo que parece una noble acción, alienta la colocación de changarros, sin orden, apropiándose de las calles, y que cambian de giro comercial como avanza el día; por la mañana tamales, café, pan, gelatinas, jugos, más tarde aparecen tortas, sándwiches, quesadillas, gorditas y tacos de canasta, horas después chamarras, ropa para mascotas, deportiva y accesorios para computadoras o celulares, esquites, elotes, tamales y tacos, cierran esta cadena comercial que en calles principales como Vicente Guerrero en Pachuca sucede casi todos los días, negocios de supervivencia, solo para pasar el día, solo quizá para la comida, solución inmediata pero dañina.
Informal
Este ímpetu que tiene el negocio informal, sea cual sea el rubro, crea un fenómeno laboral y micro empresarial, donde intervienen varios actores en una pantalla de necesidad y pobreza, al menos en algunos, muchos de los comerciantes de elotes, tamales, tacos o café, son propietarios no de uno sino varios, o muchos botes de tamales esparcidos en la ciudad, muestra son también los tacos de canasta, no aquellos tradicionales, ahora incluso con marcas, donde se contrata a un vendedor al cual se le paga muy poco y aparenta ser el dueño del comercio; vendedores de fruta, cuyos patrones, pasan a ciertas horas en vehículos para levantarlos o colocarlos tras horas de venta de comercios que aparentan un origen pobre, pero en realidad son parte de un monopolio de changarros callejeros; una cierta uniformidad en los mismos puestos, carritos de ruedas con exactamente los mismos ingredientes para vender, mujeres y hombres trabajando en un negocio informal, donde ellos no son propietarios y si reciben un salario, su patrón evade impuestos y ellos no tendrán seguridad social; una bola de nieve a través de esta práctica tan arraigada entre nosotros, el comercio informal, no registrar nuestras pequeñas empresas para alcanzar algún beneficio social, son muestra de que la economía del pueblo está muy lastimada y la ilegalidad, es la compañía que más mano de obra requiere.
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Aquella visión del obnubilado político entre vaquero y ranchero, del monopolio del changarro y de hacer de esta institución de la economía informal de México, una posibilidad para reducir la pobreza, son ingredientes neoliberales que no curan ni sanan, solo atenúan el dolor de la enfermedad y el grave padecimiento del pueblo: la pobreza.
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