Iggy Pop y Paul McCartney comparten el cartel del Festival Corona Capital 2024

Puede que el nombre de Iggy Pop aparezca en letras pequeñas al lado de Paul McCartney, pero para una porción de oyentes La Iguana, cantante de The Stooges, es mucho más importante en su historia que el bajista de The Beatles. Ambos comparten el cartel del festival Corona, en el que se presentarán el 17 de noviembre. Aquí un recorrido por la trilogía perfecta de los primeros discos de The Stooges: The Stooges (1969), Fun House (1970) y Raw Power (1973).

The Stooges. Bo Diddley podía tomar el estampido de un dinosaurio y convertirlo en el vuelo de una mariposa añadiendo una pandereta. La apreciación de James Osterberg Jr, mejor conocido como Iggy Pop, deja una certeza: el cantante que encarnó a Dionisio desde su adolescencia hasta la tercera edad siempre fue un oyente lúcido, que tomó notas mentales de los instantes sonoros que lo volvieron un maniático irrecuperable de la música. Esa noción de la percusión en el rocanrol, los ritmos de batería inmejorables de Scott Asheton y los riffs de su hermano Ron, el espectro de Jim Morrison, el blues combinado con música hindú y esa portada con el grupo nítido en la tapa –que hay que estudiar con detenimiento para ver cuál integrante está más influido de los cuatro–. Es la suma de influencias, de conocimiento y personalidades que hace al debut de The Stooges uno de los mejores discos de la historia del rock.

The Stooges

Una protesta contra la monotonía cotidiana y también un elogio al uso de pocos acordes de guitarra con partes que se revuelven sobre sí mismas, una obra compuesta durante la guerra de Vietnam y no en una época pacífica, se nota desde el inicio con el efecto Wah-Wah de 1969. Antes de este disco fundamental, fueron The Psychedelic Stooges, y por ese entonces Iggy estaba interesado en los experimentos de compositores poco convencionales, como Harry Patch o Moondog.

En vivo eran inigualables, liderados por Iggy que podía esfumarse de las tablas y reaparecer bajo el escenario contorsionándose en el suelo. De sus inicios queda un video de sus actuaciones en Cincinnati en 1970, acompañado de una locución que parece el relato de una carrera de autos o más bien su colisión: los movimientos, la interacción y el desafío a la audiencia por parte de Iggy Pop requerían de ese tipo de narración deportiva a toda velocidad para poder seguir el segundo a segundo del cantante poseído.

Para 1970, el rock ya tenía a la muerte de sus propias figuras como tema central, pero debe haber sido mucho más divertido ver a The Stooges prenderse fuego en vivo que llorar a los íconos desaparecidos. La vorágine espectacular de llevar a hombres y mujeres a lo más alto del estrellato para luego regocijarse en sus caídas es un fenómeno que excede la música, pero The Stooges lo supo incorporar a sus presentaciones: la idea de que el público no paga su entrada necesariamente para ver a la estrella triunfar, o de que al menos esa no era la única forma de montar un buen espectáculo.

Dos influencias directas que tomaron The Stooges para su primer disco y dan una idea de la amplitud de gustos del grupo: No Fun toma su riff de una brevísima parte de guitarra de Tribal Gathering, canción del disco The Notorious Byrd Brothers (1968), de The Byrds, cuyo motivo principal está inspirado en la parte de piano de Take Five, de Dave Brubeck. El bajo de Little Doll es tomado de la intervención de Henry Grimes en la composición Upper Egypt & Lower Egypt, que el saxofonista Pharoah Sanders editó en su disco Tauhid (1967).

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Fun House

Cada disco de The Stooges marcó una aceleración rítmica, y en el caso de Fun House también una estética en la historia del rock que abarca sus imágenes: en la parte interna del disco, una foto grupal tirados sobre una alfombra; la tapa, con la cara del frontman. Es un disco que ocupa un lugar mental específico entre sus seguidores, un espacio en el que la indulgencia, los excesos y todo aquello que no es puro tiene un rol central. No hay muchos discos de rock a lo Fun House, en el que es clave la participación de Steve Mackay quien, según el periodista Lester Bangs, navega el espacio entra en la era posColtrane y el viejo sonido del rocanrol. El saxofonista tuvo muchos otros proyectos musicales, aunque durante largo tiempo un rumor infundado lo daba por muerto. Lo cierto es que unos meses luego de la grabación de Fun House abandonó el grupo y durante más de 20 años se dedicó a ser electricista. Entrevistado en el nuevo milenio por el fanzine Fear & Loathing dijo sobre su fin en el grupo: Las cosas se deterioraron, empezamos con comida macrobiótica y terminamos con heroína y barras de caramelo.

El primer disco de The Stooges fue producido por John Cale, cocreador de The Velvet Underground; el tercero por David Bowie; pero Fun House, el segundo, tiene en los créditos de producción a un tal Don Gallucci. Cuatro años antes del disco, Galluci era el tecladista de una banda llamada Don & The Goodtimes y su estilo, un garage rock más de singles de siete pulgadas que de discos de larga duración, era un buen precedente para Iggy y sus Stooges; además, había tocado en la versión más conocida de Louie, Louie, de The Kingsmen. En Fun House tomaron prestado un sentido del tiempo para sus canciones, más cercano al free jazz que en su primer disco y lo llenaron de degeneración. Aunque Gallucci era mirado con recelo por el grupo, logró capturar el sonido crudo del conjunto. Alguna vez dijo que su mayor orgullo en el disco era no haber arruinado la grabación.

Raw Power

Cuando salió, algunos integrantes estaban tan disgustados con la producción de Bowie que usaron el disco como frisbee. El álbum ha sido definido en más de una oportunidad como una banda documentando su acelerada y próxima extinción. El elepé marca la aparición de James Williamson en la guitarra y el cambio de Ron Asheton al bajo. El sonido distorsionado no fue creado por pedales, sino por la combinación de Williamson de su guitarra Les Paul con un amplificador Vox C30. The Stooges intentaron mezclar el disco ellos mismos, pero muchas tomas se perdieron entre sobregrabaciones y errores técnicos; Bowie fue reclutado para intentar salvar el disco. El resultado es un fantástico trabajo en la guitarra y una pérdida de los graves, falta que Iggy Pop intentó subsanar en una remezcla de los 2000s. Reducir Raw Power a su certera influencia en el punk y el heavy metal sería ignorar su valor como obra autodestructiva: Death Trip (Un viaje mortuorio) es una canción que funciona como la autobiografía de una banda a punto de terminarse; Gimme Danger contribuye con su reminiscencia de la música de burdel; Search and Destroy pone su parte con el riff icónico y las frases que abren el disco: Soy un guepardo callejero con el corazón lleno de napalm.

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Reunión

The Stooges tuvieron su reunión y su reconocimiento en el salón de la fama del rocanrol, lograron recuperar algo del dinero y el prestigio que les fue esquivo a todos menos a Pop. Sin embargo, los dos discos que grabaron en el transcurso de esta merecida distinción no estuvieron a la altura de la trilogía perfecta.

Peligro

Hay un valor otorgado a los artistas que ponen en riesgo su integridad física y mental, pero una cosa es elogiar el valor a la distancia y otra sobrevivirla en primera persona. Según Ron Asheton: “La audiencia siempre estaba como ‘Somos cool, no vamos a reaccionar’, pero luego participaban demasiado. ¡Cigarros encendidos! Las dos cosas que más me aterrorizaban eran los cigarros encendidos aterrizando en tu pelo y las monedas. Cuando empezaron a tirar monedas… Un monedazo bien dirigido se siente como un disparo cuando te impacta; me habían tirado una moneda de 25 y me abrió la frente. Cuando empezaron a tirar cosas como latas llenas de cerveza empecé a pensar ‘Creo que las travesuras de Iggy están poniendo mi vida en peligro’”.

Por Hernán Mulerio, especial para La Jornada