I read the news today, oh boy…

Así, junto a los acordes reflexivos del piano, los graves contrapuntos del bajo eléctrico y los recurrentes timbalazos (lejos están de ser simples tamborazos) sobre la batería, abre ese relato novelado y sinfonizado por los cuatro Beatles que es la canción A day in the life (1967). Asimismo yo, reflexivo, grave, recurrente, abro mi cotidianidad lectora del periódico (2023). Rito musical aquél; rito visual, táctil, olfativo éste, paladeado con una taza de café y humeado con el primer cigarrillo del día.

Un río de sensaciones encontradas fluye entonces por mis venas. A veces caigo en la depre total; a veces, sin explicarme la causa, en el optimismo. En ocasiones impreco, miento madres, expreso a viva voz sentencias burlescas o irónicas por equis suceso o tal declaración; en otras, aplaudo, aliento, echo porras. Hay días en que pongo por los suelos al diario por no publicar algo acerca de cierta noticia que esperaba leer; lo apapacho, en cambio, cuando sí supo informármela, con mayor razón en aquellos casos en que además me ofreció el contexto necesario para poder entenderla.

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Procuro no perderme las columnas de opinión. Puede decirse que devoro todas o casi todas, aunque de vez en vez alguna llegue a indigestarme. Las extraño y rumio mi coraje cuando se toman dos o más semanas de vacaciones, porque anteponen su asueto (justo, sin duda) a nuestro (también justo) derecho como lectores. Me fijo tanto en sus ideas como en el estilo y el buen o mal manejo del lenguaje de quienes las escriben. Y lo mismo que a muchas termino por dejarlas en el rincón de los periódicos viejos, a la espera del camión de la basura, premio a otras con la gloria de recortarlas para preservar su entintada memoria dentro de una carpeta o entre las hojas de un libro.

Sobra tela analítica de dónde cortar en materia de editoriales, entrevistas, reportajes, caricaturas, boletines de prensa oficiales (ocultos como meras notas informativas o artículos), inserciones pagadas (“publirreportajes”, como las bautizó la revista Contenido), no se digan fotografías (¿dónde quedó la bolita de aquel fotoperiodismo artístico que tanta y tan valiosa huella tuvo antes en México?). Nada tiene desperdicio, nada por qué saltármelo, nada que aminore mi manía por la comunicación periodística.

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A todo ello me dedico cada mañana mientras canturreo entre dientes la icónica rola de Lennon y McCartney. Y lo usual ahora es que entone completas sus primeras cinco líneas: I read the news today, oh boy, / about a lucky man who made the grade; / and though the news was rather sad, / well I just had to laugh, / I saw the photograph… ¿Por qué será que siempre que hojeo el periódico lo hago pensando en Yo-sé-quién?