Desde hace muchos años la clasificación de los diferentes sistemas de gobierno ha sido un punto de análisis exhaustivo; Heródoto y Aristóteles buscaron definirlos identificando el número de gobernantes o la forma de gobernar, pero la lista de personajes inmersos en el tema es extensa e incluye a Platón, Maquiavelo, Montesquieu, Rousseau y Marx, entre otros. A la fecha se reconocen al menos tres tipos: totalitario, autoritario y democrático, basados en formas de gobierno: parlamentario y presidencialista, lo cual da origen a múltiples formas mixtas.
Gracias al compromiso y la búsqueda constante del desarrollo integral de cada una de las esferas sociales, el servicio público continúa una línea de mejoras, progresos originados gracias a una espiral de transformaciones que han permitido implementar modelos y sistemas basados cada vez más en herramientas tecnológicas y digitales.
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Sin embargo, pese al trabajo constante y las mejoras que se han puesto en práctica aún hoy en diversas ocasiones nos preguntamos ¿Cuáles son esos beneficios? Porque a pesar del esfuerzo por mejorar la eficiencia, generar mayor rapidez, desarrollar una atención personalizada e incluso buscar constantemente la disminución de la corrupción, quizá pareciera que no hay avance visible.
Es cierto que la administración pública permite la resolución de problemas, pero hoy frente a una realidad cada vez más compleja deberían ser cuestionados muchos rubros, por lo que no solo es necesario replantear los modelos actuales, sino probablemente arriesgarnos a implementar nuevos y eliminar aquellos que comiencen a ser obsoletos; es decir anticiparnos a las necesidades de la población bajo una línea de respuestas óptimas.
Y es que en un panorama que muta vertiginosamente, interrogantes surgen de forma continua, pero una de las más importantes gira en torno a la fiabilidad del servicio público: ¿Qué acciones deben tomarse para disminuir la polarización en la sociedad y la desconfianza hacia este sector?
Es cierto que una de las transiciones más importantes ha sido virar hacia la senda digital, ya que la innovación permite enfrentar los obstáculos y satisfacer las demandas de la población, instaurando instituciones dinámicas, trabajadores capacitados y gobiernos que impulsan acciones prácticas y confiables; es decir, actualmente es necesario dirigirnos con mucha resolución hacia un gobierno honesto.
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De acuerdo al documento Gobierno abierto: hacia un paradigma de gestión pública, este modelo señala tres ejes que presiden la estrategia: transparencia, participación y colaboración. Y cada una de estas suponen a su vez una forma de participación, es decir, un tipo de colaboración y de trabajo en equipo que supone la incorporación activa de los ciudadanos y la apertura de los servidores públicos.
Es incuestionable que durante mucho tiempo la corrupción, el fraude y el nepotismo (entre otros problemas) en la administración pública han dado origen a un fenómeno de polarización política, donde se ha privilegiado a unos cuantos sectores y se han dado casi por olvidados a otros, fenómeno presente no solo en nuestro país sino alrededor del mundo; por lo que es necesario encaminar vehementemente los esfuerzos hacia estos segmentos y pensar en quienes han sido menos favorecidos a través del tiempo.
Es un buen momento para replantearnos modelos, rescatar prácticas y acciones que fomenten el desarrollo integral. Es imprescindible aplicar nuevos esquemas para crear un futuro inclusivo, siempre teniendo como base un riguroso análisis del presente.
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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