En tres sucesiones presidenciales hubo un participante originario del estado de Hidalgo: desde la jefatura del entonces Departamento del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez, en 1945, y Alfonso Corona del Rosal, en 1969, aspiraron a suceder, respectivamente, a Manuel Ávila Camacho y Gustavo Díaz Ordaz.
En ambos casos el dedo presidencial apuntó a los secretarios de Gobernación: Miguel Alemán fue presidente de 1940 a 1946, y Luis Echeverría en 1970-1976.
Con un manifiesto publicado el 10 de junio de 1945, donde presentaba su eventual Plan de Gobierno, don Javier explicó a sus correligionarios: “Hecho un examen cuidadoso de las condiciones que actualmente existen, llego a la conclusión de que el ambiente no es propicio para establecer el gobierno que debe enfrentarse con los más graves problemas nacionales…” al tiempo de pedirles cancelar el propósito. Años después compartió detalles en El Universal y remató: “así perdí la Presidencia de la República”.
Transcurrido el siguiente sexenio, el licenciado Rojo Gómez se reincorporó al servicio público, nombrado embajador en Japón e Indonesia por el presidente Adolfo Ruiz Cortines. Regresó, volvió al retiro, luego ocupó la Secretaría General de la Confederación Nacional Campesina y, hasta su muerte en 1970, el cargo de gobernador del territorio de Quintana Roo.
El general y licenciado Corona del Rosal concluyó así una intensa vida pública. Escribió y publicó Mis Memorias Políticas (Grijalbo, 1995), cinco años antes de fallecer.
En La Herencia (Extra Alfaguara, 1999) Jorge G. Castañeda reseña la reunión donde el ya ex presidente Díaz Ordaz habría justificado su decisión refiriendo la posible reacción de sus colaboradores en un hipotético asalto a manos de peligrosos delincuentes: del regente del D.F. anotó su proclividad a negociar, proponiendo a los malhechores diversos arreglos entre la audacia y lo inconfesable, mientras el secretario Echeverría confrontaba a los asaltantes en defensa del presidente.
Desde 2012, nombrado secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong se perfiló viable sucesor del presidente Enrique Peña Nieto. Con las recuperadas reglas del presidencialismo mexicano, renunció al cargo previamente a la unción del candidato externo del partido en el gobierno, y enfiló a una curul de senador.
Aquella fallida decisión apunta al peso del grupo más cercano en afectos e intereses al presidente; es elucubración el eventual triunfo del licenciado Osorio en las elecciones. Su presencia en el Senado concluirá, según trascendidos de horas recientes, con la renuncia a su larga y robusta militancia partidaria.
Hay en los tres políticos hidalguenses cuatro paralelismos: trayectoria partidista y participación en elecciones para legisladores y gobernador; la gubernatura del estado de Hidalgo, catapulta al espacio nacional, pase al juego sucesorio; estrecha cercanía – mayor en los casos de Corona del Rosal y Osorio – con el pronunciador de las palabras mayores (Luis Spota dixit), y no alcanzar la Presidencia de la República.
Días anteriores irrumpió a similar escenario, en condiciones personales y electorales históricamente diferentes, Xóchitl Gálvez Ruiz, de sui generis trayectoria. La senadora hidalguense elevó en unas horas su aspiración de ser Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, a Presidenta de la República
Sin adelantar vísperas el hecho sugiere, al menos, imaginar la posibilidad, frustrada dos veces en el siglo XX y otra en el XXI, de ver a una persona nacida en Hidalgo sentada en la silla del águila.