Puede quedar en coincidencia para citar en el anecdotario o señalar el rumbo de nuestra presencia y participación en el mundo global.
En 1869 varió el mapa político mexicano con la creación del estado de Hidalgo, desprendido del Estado de México. La decisión produjo nuevos equilibrios al dar nombre a una región más en el pacto federal. A muchos kilómetros de distancia, el químico ruso Dmitri Ivanovich Mendeléyev creó ese mismo año, para fines didácticos un mapa con los 63 elementos conocidos hasta entonces, agrupándolos con un orden de acuerdo a su peso atómico.
Transcurridos 150 años, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas declaró 2019 el Año Internacional de la Tabla Periódica de los Elementos Químicos, promovido por la UNESCO, para reconocer la importancia de la química y los avances en la investigación y los descubrimientos relacionados con la tabla para el desarrollo sostenible y el bien de la humanidad, y subrayar su uso científico en áreas vitales como la química, la física y la biología.
Por esa misma celebración, el gobierno del estado de Hidalgo y la Secretaría de Relaciones Exteriores apoyaron la iniciativa del Programa Arte, Ciencia y Tecnologías, de la Universidad Nacional Autónoma de México, para reunir en un libro la representación de artistas nacionales y de otros países, de cada uno de los elementos de la tabla. El resultado es un espléndido volumen, donde se reproducen 121 obras acompañadas de la descripción del respectivo elemento, en una conjunción poco vista de arte y ciencia.
La participación del gobierno hidalguense tiene dos motivaciones: una histórica por la presencia en la tabla del Pancromio, Eritronio o Zimapanio, descubierto en 1806 por Andrés Manuel del Rio en rocas de la región de Zimapán, ahora parte de nuestro territorio. Y la segunda, de actualidad y la mayor trascendencia: la inserción de Hidalgo en el ambiente científico del más alto nivel internacional.
De tal forma que el libro y su presentación realizada hace unos días en el emblemático Palacio de Minería en la Ciudad de México –no pudo ser en mejor sitio-, tiene ese significado principal para las y los hidalguenses: después de 150 años de existencia, definir la vocación que nos inserte en la globalidad.
Destaca, además, en ese mensaje la formula tripartita de colaboración. La participación en el proyecto de una secretaría del gobierno federal, la máxima casa de estudios del país, del gobierno de una entidad federativa, rompe con añejas prácticas excluyentes de los estados, sobre todo los más pequeños, así como de aldeanismos locales eficaces para disimular carencias y temores a participar con perspectiva amplia y de largo aliento, como es la diplomacia científica.
Este trabajo editorial se suma a otros ya en marcha, el Laboratorio Nacional de Acceso Espacial y la Misión Colmena, y la Aceleradora de Negocios Biotecnológicos, por ejemplo. Son en su conjunto un paso firme y viable, atractivo inicial para el desarrollo de otros factibles, de acuerdo a nuestras condiciones y propias necesidades, es decir para solucionar una problemática local y atraer investigación nacional destinada a temas globales, digamos dos: pandemias y migración.
No olvidemos la presencia del barón Alexander Von Humbolt en esta comarca, hace más de doscientos años, por la fama de sus minas. Ahora los atractivos son otros para la gente de ciencia, igualmente potentes para el futuro deseable de la humanidad.
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