La pandemia que asuela al planeta alteró el calendario electoral del estado de Hidalgo: la elección de ayuntamientos hubo de posponerse unos meses, en consecuencia nombrarse autoridades municipales transitorias.
No sé si esa experiencia político administrativa haya sido exitosa en los ochenta y cuatro municipios hidalguenses. Sin apresurar juicios, en el balance preliminar de Pachuca hay importantes positivos congruentes con una comunidad de vocación progresista.
Solo ese talante empático con nuestras mejores tradiciones liberales marca una notable diferencia en el ejercicio del poder público; resalta más por el ejercicio que hizo de él un Consejo con significativa presencia de la sociedad civil.
Quedémonos con lo valioso: en medio de la tragedia, o por la tragedia misma, se generó un ejercicio de gobierno que no hizo obstáculo de la brevedad y con la obligación constitucional de respeto a los derechos humanos diseñó un programa que, si no fue exitoso en todo lo que se propuso, deja alta la vara para el ayuntamiento electo. Eso ya es bueno.
El proyecto cultural incluyó la reapertura de un espacio abandonado, con destino al servicio del binomio letras – periodismo, en un barrio de gran tradición en el siglo xx pachuqueño: la colonia Morelos. Es decisión que entusiasma por su importancia y trascendencia social, por el funcionamiento de un sitio de esa vocación en una comunidad donde por temporadas que luego se convierten en épocas, la ciencia, la cultura, el arte, el desarrollo intelectual, no están en la agenda pública.
Desde el pasado domingo la Casa de Letras y Periodismo honra la memoria, y la obra de quien en su niñez y adolescencia fuera vecino del parque donde se ubica y al que amó tanto que fue su decisión esparcir parte de sus cenizas sobre los prados. Uno puede imaginar, a partir de sus propias descripciones, la vida de Miguel Ángel Granados Chapa por esos rumbos de la casa materna, niño y adolescente, hasta el ingreso a la Universidad Nacional que lo alejó de ese espacio pero solo físicamente.
Luego conviene recordar su Plaza Pública en periódicos y Radio Universidad, y a él como consejero electoral, fundador de Proceso y La Jornada, Premio nacional de periodismo -uno de los escasos otorgados a hidalguenses-, académico de la lengua, historiador, candidato a gobernador, recipiendario de la medalla Belisario Domínguez del Senado.
Sobre todo conviene hablar de Granados Chapa, la figura, el personaje nacional que nunca se cortó el cordón umbilical de su tierra natal, a diferencia de otras personalidades también nacidas aquí, que la olvidaron tan pronto miraron otros cielos. Sus ideas, influencia crítica y claridad intelectual, su pluma comprometida, entre letras y periodismo serán simiente para aquel espacio, ojalá de nuevas generaciones.
Después de Alfonso Cravioto, Granados Chapa fue el segundo hidalguense, ambos pachuqueños y con muchas otras coincidencias, en ingresar a la Academia Mexicana de la Lengua. A diferencia de Cravioto que tiene en Hidalgo monumento, calle, nombre en los muros del Congreso y en medalla al mérito jurídico; Granados Chapa solo recibió, afortunadamente en vida, la Medalla Pedro Ma. Anaya del Poder Legislativo, y desde este domingo trece el sitio que debe ser su mejor homenaje.
Por eso don Gonzalo Celorio, director de la Academia, con motivo de esta inauguración expresó: La Academia Mexicana de la Lengua celebra que las autoridades de la capital del estado de Hidalgo hayan tenido a bien destinar la casa de nuestro muy apreciado académico hidalguense al fomento de las tareas que con excelencia desempeñó en vida nuestro admirado y querido compañero.
El año próximo, en marzo, se cumplirán 80 años del nacimiento de Miguel Ángel y diez de lo que él llamó en su penúltimo artículo la caída del telón.
Estamos en posibilidad de reencontrarnos con Granados Chapa, en el lugar de su nacencia, a lo largo de 2021 para que además sea un primer año que lo consolide y asegure su permanencia como institución de interés público.
Si su palabra tantas veces incómoda al poder fue notable, ahora su ausencia es la que se resiente más; se lamenta ese faltante lúcido para el país que con sus luchas contribuyó a equilibrar.
Por eso hay que releerlo, volver a escucharlo; sus artículos, ensayos, libros discursos, debates, entrevistas. Propongo que sea una de las responsabilidades de la Casa de Letras y Periodismo donde podemos reencontrar la vigencia de su pensamiento.
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