Hasta hace unos años no había en la clase política mexicana la costumbre de escribir y publicar autobiografías, memorias o testimonios, fueran personales, del paso por la vida y el servicio públicos, o del ejercicio del poder. Excepto textos oficiales, informes, entrevistas, discursos, por ejemplo, había una reticencia – quizá fuera la precaución -, a desvelar el pasado, comprometer y hasta poner en riesgo el futuro, por no decir determinar el tránsito a la Historia.
Entre los Apuntes para mis hijos, del presidente Benito Juárez, y Decisiones difíciles, del presidente Felipe Calderón, media un número importante de textos firmados y editados por quienes ocuparon la Presidencia de la República.
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En ese catálogo están Sebastián Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz, de alguna manera Francisco I. Madero a través de su Epistolario, Álvaro Obregón, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez. Destacadamente, por sus varios tomos y contenido, el general Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán, José López Portillo, Miguel de la Madrid, con varios textos y, al igual, Carlos Salinas de Gortari.
La constante en todos fue su aparición siempre después de concluido el ejercicio constitucional del cargo. La referencia importa pues no es lo mismo contar, afirmar o negar públicamente desde el ejercicio del poder a hacerlo cuando ya no se tiene.
En torno del poder hay otras: las de Porfirio Muñoz Ledo, son un portento.
Luego vino la costumbre de publicar libros previos a la selección de candidaturas, forma inteligente y comprometida de publicitar capacidades y proyectos para obtenerlas, aunque luego, alcanzado el triunfo no se cumplan.
A escasos ocho meses de concluir su mandato, el presidente López Obrador anunció la aparición de su libro, ahora en amplia circulación, sujeto al análisis, el prejuicio y la descalificación, tal vez, sin haberse leído en su totalidad. Hay, incluso, una crítica malqueriente con el señalamiento de tocar temas relativos a la elección presidencial en curso.
En sus abundantes quinientas cuarenta y ocho páginas, encontrará el/la lectora, después de brevísima alusión autobiográfica, una detallada narración de acontecimientos por donde desfilan personajes, se describen situaciones, son reiterados posicionamientos ideológicos, exaltaciones históricas, afinidades y denostaciones personales.
En tan basto contenido resaltan descripciones de acontecimientos por demás importantes donde el autor fue protagonista; apreciaciones de otras/os actores políticos y decisiones trascendentales. Para el futuro serán, sin duda materiales de estudio imprescindible y, no se dude, de riesgo para el mismo ex presidente.
El contenido es también recopilación de lo escuchado y visto reiteradamente, día a día, y en los varios informes presentados durante el sexenio, sin demérito del libro, donde también prevalece la visión triunfalista del gobierno.
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A manera de legado, el autor ofrece El Humanismo Mexicano, propuesta, desde mi óptica, con una abundante carga histórica, superior a la visión presente y futuro.
Concluye el libro, editado por Planeta, con Mi diario de los últimos meses de 2023 y el adiós. Como interesado en el fenómeno jurídico-político de nuestro país, hubiera preferido a manera de epílogo, en lugar de “una íntima confesión” y el poema de Amado Nervo, el autobalance de una vida pública tan intensa y la valoración personal y objetiva de su administración. Y si me lo hubiera preguntado, para cerrar una poesía de su admirado coterráneo Carlos Pellicer, Sembrador por ejemplo.
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