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Gestionando mis emociones

La pandemia de COVID ha tenido un alto costo en prácticamente todo el mundo, la pérdida de millones de vidas humanas, los estragos en la economía, las familias, las parejas y por supuesto, a nivel individual no solo en la salud física sino también en la salud metal. Hoy somos testigos presenciales de las secuelas físicas y emocionales, del incremento de personas que después de contagiarse con el virus ven su salud alterada por ansiedad, ataques de pánico, depresión, alteración de la memoria de corto plazo entre otras graves secuelas. Millones de familias han tenido que aprender a elaborar sus duelos de distinta manera ante la imposibilidad de abrazar y despedirse de sus seres queridos. 

Lo anterior, nos obliga a desarrollar aún más nuestra capacidad de respuesta a las exigencias de la existencia.  

La inteligencia emocional nos habilita para conocernos y gestionar nuestras emociones en una forma más adecuada, lo que a su vez nos faculta para establecer mejores relaciones con los demás y con nosotros mismos. 

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Mayer y Salovey proponen trabajar en las siguientes habilidades: 

  1.  La habilitad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud: 

Se presume que las personas tenemos la habilidad para identificar nuestras emociones, así como los estados y sensaciones fisiológicas y cognitivas que estás conllevan e identificar las emociones y también podemos percibir si  la expresión de las emociones de otras personas es genuina o lleva una carga de manipulación; nos auxiliamos de las expresiones faciales, el lenguaje corporal y los tonos de voz.  

  1. Facilitación emocional del pensamiento: 

El uso de las emociones en los procesos cognitivos nos puede ayudar a la hora de solucionar problemas. Si “las emociones priorizan el pensamiento al dirigir la atención a la información importante podemos ver claramente cómo las emociones amplían nuestras respuestas cognitivas” Mestre. 

Nuestras emociones nos ayudan a entender la información que realmente es importante y con ello nos facilitan la toma de decisiones. Nos apoyan para elegir el estado de ánimo más adecuado para cada circunstancia. El sistema cognitivo puede funcionar mejor si escucha lo que la emoción le está diciendo, pues nuestros estados de ánimo actúan de forma positiva sobre nuestro razonamiento.  

Las emociones planteas un problema y esperan que la razón las resuelva, ellas pueden ayudar, pues al utilizarlas, junto con los sentimientos y estados de ánimo podemos enfrentar con mayor éxito los desafíos de la vida.  

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  1. Comprensión de las emociones:  

Los seres humanos estamos siempre inmersos en un proceso emocional, no importa lo que estemos haciendo, brotan como un manantial inagotable. 

Mañana, tarde y noche estamos experimentando emociones con respecto a nosotros mismos, a la familia, la pareja, los hijos, el trabajo, los amigos, el clima, el gobierno, etc. Y no todo lo que sentimos es agradable, pues hay emociones placenteras y otras displacenteras y es más probable que se presenten más a menudo las segundas que las primeras. 

Hay seis emociones básicas: enfado, miedo, tristeza, asco, sorpresa y alegría, también contamos con un amplio repertorio de señales emocionales. La comprensión emocional implica el poder darnos cuenta de cuál es el contexto en que surge la emoción, nuestro estado de ánimo, así como evaluar las consecuencias de nuestras reacciones. 

Darme cuenta también, de qué hay emociones secundarias que esconden la verdadera emoción.  

Es importante mencionar que algunas emociones son adaptativas, su existencia ha posibilitado la supervivencia de la especie y hay que respetarlas si queremos mantener nuestro equilibro vital.    

  1. Regulación de emociones: 

 Esta habilidad implica que la persona esté abierta a experimentar una enorme gama de emociones tanto agradables como desagradables que las reciba y las viva como una parte natural de la existencia y que no pretende eliminar de su repertorio aquellas que les resulten molestas, incluye también regular las emociones propias y las de los otros; modular,  tener estrategias para moderar las desagradables e intensificar las agradables. 

En conclusión, reaprender a sentirnos, reflexionar sobre lo que sentimos, escuchar el mensaje de nuestras emociones y encontrar su posible  utilidad. Buscar un sano equilibrio entre el “pienso, luego existo” y el “siento, luego existo”. 


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