Hidalgo ha sido testigo del paso de las personas del sur que migran, principalmente en el camino de la bestia.
En Pachuca últimamente hemos observado la llegada de migrantes haitianos que buscan construir una nueva vida, pero cada cierto tiempo en los cruces de semáforos personas venezolanas, salvadoreñas, ecuatorianas, colombianas, hondureñas, nicaragüenses y guatemaltecas piden agua, dinero, ropa o alimentos. Son personas que desde que salieron de sus lugares de origen son sumamente violentadas y en México, muchas han encontrado un infierno.
La política migratoria de México hacia el sur es dura, casi tanto como la que Estados Unidos aplica hacia nosotres. Mucha de esta política está fundada en los deseos de los países del norte cuya xenofobia en este momento está buscando aprobar leyes y acuerdos para cerrar las fronteras.
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Pero también en México estamos sufriendo efectos de otra migración privilegiada. Quizás en Hidalgo no lo hemos visto tanto, pero la llegada de personas americanas, canadienses y europeas están cambiando los ritmos de vidas por el poder económico que ejercen en ciudades como la capital, Oaxaca, Quintana Roo, Chiapas. Su presencia ha elevado el coste de vida y significa la expulsión de quienes han habitado esos lugares.
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Mientras hay un rechazo a les migrantes del sur que se veo como discriminación y violencia y bienvenida a les migrantes poderosos y blancos. Que por cierto rechazarles no es discriminación, porque la discriminación a la inversa no existe. Las personas están hartas del despojo y han empezado a protestar. Este fin de semana en Oaxaca se dió una manifestación que concluyó en represión y 6 personas detenidas.
En los últimos años a nivel nacional y global los gobiernos “democráticos” han decidido violar el derecho a la protesta, la exigencia de transparencia y de cumplimiento a sus deberes. La libre asociación y la protesta son fundamentales para poder seguir siendo una democracia.
Ojalá reflexionemos en dónde estamos poniendo nuestra atención.