Fue hace poco más de 30 años, era sábado. Alrededor de medio día recibí una llamada telefónica; alguien no identificable, dijo: “Un momento, quiere saludarle el gobernador…” Pasados segundos, un amable tono de voz me anunció: “Buenas tardes; soy Adolfo Lugo Verduzco”. Supuse que me plantearía algún asunto importante de su administración; tras obligado, ritual, de “Señor, gusto en saludarle… ¿en qué puedo servirle?”. Me anunció: “Vinimos a recorrer un terreno para un estadio de futbol. Ya lo decidimos”. Me explicó la ubicación y agregó, “Pachuca estrenará un escenario adecuado, quise darle la primicia”.
Y se cumplió. El 14 de febrero de 1993 se inauguró el estadio Hidalgo. Semanas atrás se había especulado del posible conjunto invitado para esa fecha encuentro; que si de Brasil; de Argentina. No, fueron los Pumas y qué, por cierto, ganaron 2 a 0, ante un lleno total, en que no hubo desencantos. Todos satisfechos por la casa nueva.
Hasta antes, la sede era el estadio Revolución; casi siempre en domingo a las 12 horas. Recuerdo grupos de aficionados siguiendo partidos muy arriba, sobre faldas de un inmenso cerro. Gritaban, se entusiasmaban al igual que quienes estaban abajo, mejor instalados.
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En 1995 Jesús Martínez Patiño adquirió el equipo y lo encaminó a una sólida presencia en el balompié no solamente nacional. Desfilaron entrenadores, jugadores. Los que consolidaron.
Casi a la par que Martínez se sumó un argentino, Andrés Fassi. Han pasado años para que los recuerdos sean precisos; se decía que iba a ser preparador físico (¿Necaxa?). Finalmente se integró al grupo. Su responsabilidad era lo deportivo, comprar, vender. Al visitarlo en su oficina llamaban la atención innumerables casetes VHS. Ahí estaban las historias de lo que se iban y los que contrataban. Entre ellos fueron emblemáticos el arquero Miguel Calero y el mediocampista, ofensivo, Pablo Hernán Gómez. Al primero lo atrapó una enfermedad que provocó su deceso. El segundo falleció en un accidente automovilístico. No se les olvida. No se nos olvida.
Fassi, tras muchos, años regresó a su país. Armando Martínez, hermano de Jesús, asumió la presidencia del club.
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Tras su último título de campeón, la escuadra tuza consolidó un grupo de primera calidad, con la conducción de apto entrenador, Guillermo Almada, que mucho sabe de estrategias.
Más de pronto empezaron las transferencias. Nicolás Ibáñez, certero realizador, a Tigres; Víctor Guzmán, táctico, al Guadalajara. Y siguieron más, entre ellos, Kevin Álvarez, Avilés Hurtado, Paulino de la Fuente, y otros muy apreciados como Luis Chávez, el del mágico golpeo con el pie izquierdo, y adelante, quien renunció, Óscar Ustari, portero experimentado.
Estas son expresiones de un aficionado de los Tuzos, nunca sesudo analista, que mantiene la esperanza de que el equipo se rehabilite a espacios altos, donde transitan los supremos del futbol nacional.
Se entiende que en el balompié no hay reglas rígidas y por eso también hay informaciones que especialmente conmueven. De las ultimas, el cese en Cruz Azul del entrenador Ricardo Ferreti, el más ganador en el balompié nacional y empatado con otro grande, Ignacio Trelles, en el número de títulos, siete.
Ferreti siempre dejó constancia de conocimientos, luego de ser un jugador excelente, con habilidades en golpear el balón a grandes distancias.
¿Qué pasó en La Máquina? Quizá nunca se sabrá, pero queda abierto a interpretaciones.
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