En este inicio de año entró en vigor un nuevo reglamento que limita todavía más los lugares en donde se puede fumar, parecería algo sin importancia pero no lo es, lo que estamos viendo es cómo el gobierno limita nuestras libertades.

Dos son las principales nuevas disposiciones, una tiene que ver con la publicidad y promoción de productos de tabaco y la otra es la ampliación de espacios libres de tabaco. Aunque la primera disposición también tiene puntos controversiales, nos vamos a enfocar en la segunda que es la que más daña nuestra libertad.

La libertad es, después del derecho a la vida, el derecho natural más importante. John Locke decía que hay tres derechos naturales, el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, les llamaba derechos naturales porque son derechos que los seres humanos adquirimos por el simple hecho de nacer. Todos a la hora de nacer tenemos vida, nacemos libres y tenemos derecho a decidir qué hacer con las cosas que nos van perteneciendo. Nadie tiene derecho a quitarnos la vida, nadie tiene derecho a quitarnos la libertad y nadie tiene derecho a quitarnos nuestras pertenencias.

El nuevo reglamento para el control del tabaco prohíbe fumar en prácticamente cualquier espacio público, no te vas a poder fumar un cigarro en un concierto, no vas a poder fumar un puro con tu licor favorito en un restaurante aunque haya zonas construidas para tal fin o no vas a poder fumar en un parque aún y cuando no haya alguien cerca. Esto claramente limita la libertad de las personas que gustan de fumar tabaco.

Desde el punto de vista individual, mientras no le hagamos daño a un tercero y nos hagamos responsables de nuestras acciones, deberíamos de ser libres para poder hacer lo que se nos venga en gana. Yo debería decidir libremente si fumarme un cigarro, si comer casi diario carne roja, si tomar varios litros de Coca Cola o si tomar todos los fines de semana doce mezcales. Cuando el gobierno se mete en nuestra esfera privada, cuando una persona permite que el gobierno se vuelva su ángel guardián, esa persona se vuelve menos libre y más irresponsable.

No se trata de si me gusta o no el cigarro, no es un asunto de gustos, es un asunto de derechos, se trata de que las personas que gustan de fumar tabaco puedan seguir ejerciendo su derecho. No debemos pensar en términos de si me gusta o no, o de si me molesta o no, a mí me pueden molestar los aficionados del América y no por eso estaría de acuerdo con una ley que le prohibiera a la gente ponerse una camisa amarilla. De lo que se trata es de pensar en qué sociedad queremos vivir, una en donde se respete la libertad de sus miembros o en una en donde las libertades dependan de los gustos o ideología del gobernante en turno.

Uno puede ser libre de perjudicar su salud pero no de perjudicar la salud de los demás, en eso prácticamente todos estamos de acuerdo, la cuestión es si eso realmente sucede con el asunto del tabaco. Es muy difícil de demostrar que una persona vea afectada su salud por ser fumador pasivo, un meta análisis hecho por EPA, la agencia de protección ambiental de EEUU, encontró que 24 publicaciones científicas no encontraban relación con ser fumador pasivo y tener cáncer de pulmón pero 6 sí, tal vez no hacía falta restringir más. Luego debemos preguntarnos cómo el gobierno, tan preocupado por nuestra salud, puede ser tan contundente con el tabaco pero no con otras cosas que dañan más, por ejemplo, con las emisiones tan contaminantes de la refinería de Tula.

Al final, hoy vivimos en un país en donde es más probable que tengas un castigo por fumarte un cigarro en un parque que por plagiar una tesis para titularte.