Escribe como Frida Guerrera, aunque su nombre de pila es Verónica Villalvazo. Analiza lo que ya es de angustia permanente en México: el feminicidio.
Escribe en el prólogo de su libro #Ni Una Más: “Hace más de 11 años, salí de las casa de mi ex-pareja con la nariz sangrando, una hemorragia y treinta pesos en la bolsa. Después de 7 años de trabajar juntos para ‘nuestro consultorio’ todo se rompió y el dolor fue inmenso”.
Pasante de sicología, prosigue:” Dejé el consultorio donde laboraba como terapeuta con niños y niñas, dando cursos a mujeres que atravesaban por una crisis emocional y atendía a personas cuyas problemáticas me demostraban el miedo, las preocupaciones en sus ojos. Rota y con un gran dolor en el corazón dejé esa casa, aquel sueño que fue el sueño para dedicarme totalmente a denunciar violaciones graves a los Derechos Humanos”.
Reitera, convencida de su propósito “es hacer conciencia para que sientan y acompañen el dolor de cada testimonio y nos ayuden y no sean indiferentes. A la impunidad: porque este libro no debería existir”.
Originaría de la Ciudad de México (1970), fotógrafa y activista, ha cubierto con reportajes, crónicas y periodismo de investigación, crueles sucesos en que se atenta contra las demás.
Denuncia desde 2007 “la postura indolente del Estado mexicano ante el maltrato a comunidades rurales; acoso, desaparición, violencia y muerte a la mujer en el país”.
En doce capítulos presenta casos reales, en universo de la violencia que engloba desde menores hasta a mujeres que, como ella, sufren en carne propia la agresión repetida, infame de sus parejas, o de extraños que son incontenibles criminales.
El difícil 2016
Recurre, como ejemplo, a lo ocurrido en 2016.
“Para indagar más acerca de los feminicidios en México, primero investigué en las notas rojas de toda la República. Después contabilicé, visualicé y busqué. Luego conocí algunas de las familias más afectadas.
“En ese año hubo 1,559 mujeres destazadas calcinadas, violadas, asesinadas a balazos, abandonadas en canales, ríos, terrenos, carreteras…desaparecidas, despojadas denigradas, olvidadas, descalificadas”.
“Solo 293 agresores detenidos y bajo proceso judicial. Tan solo 18.79 por ciento de los feminicidos fueron investigados.
El caso de Naama
“Chica de 15 años. Quien me contó sobre esta niña no fueron sus padres, porque ellos son sus homicidas. Desde que tenía 10 u 11 años, Feliciano, su padre, la atacó. Su madre, indiferente.
“Un domingo 12 de marzo, Naama se escapó un rato con su novio, pero Feliciano se dio cuenta. Eso desató su furia.”
Dos días después, en algunos medios electrónicos se dijo: “Quinceañera se suicida en su casa”. Al Investigarse lo ocurrido se supo que su padre la había estrangulado. El 24 de marzo, los padres fueron detenidos al encontrarse todos los elementos para que se otorgara la orden de aprehensión.
Y en los capítulos de la obra, aparecen, casi incontables, historias en verdad aterradoras.
“El caso de Ana Patricia”. “La extraña desaparición de Nancy”. “Jorge Alberto, un policía entrenado para matar hasta con un auto”. “Un suicidio que nunca fue”. “Ricardo, un feminicida que se suicidó”.
Así, abundantes los deleznables ejemplos.
La escritora se pronuncia por tales eventos.
“La inseguridad al caminar en las calles, la violencia en el noviazgo, la ignorancia, los prejuicios, la misoginia cultural, son parte de una cotidianidad vivida por una sociedad deformada. Por eso, ninguna mujer queda exenta de ser víctima de feminicidio o desaparición. El problema existe a pesar de que se niegue o se oculte en los expedientes”.
De Penguin Random House Grupo Editorial, la primera edición en Debolsillo es de febrero 2021
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