La mañana del 6 de enero nos despertamos con la noticia del transfeminicidio de Gabi en Ixmiquilpan. Su cuerpo tenía marcas de tortura y sus agresores dejaron un mensaje en una cartulina amarilla que presuntamente decía: “Aquí se trabaja bien, eso me pasó por no entender. Dejen de jugarle al verga, putos.”
De Gabi se ha hablado poco, se sabe que era estilista, trabajaba en Actopan e Ixmiquilpan. No hacía mucho había obtenido el reconocimiento legal de su identidad.
Las notas periodísticas de los primeros días del año nos están mostrando que en Hidalgo hay un fuerte clima de violencia y por eso varias personas creen que lo que le pasó a Gabi fue más bien un ajuste de cuentas, incumplimiento entre acuerdos con el crimen organizado. Sí, Gabi es víctima de la violencia que se vive en el estado pero también fue víctima de la transfobia. Como sociedad debemos entender que la violencia del crimen organizado también se sostiene en la discriminación por género, por sexo, el racismo, el clasismo, el capacitismo, la xenofobia, etc.
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El doloroso mensaje que dejaron junto a su cuerpo violentado nos está mostrando esa cara. A las disidencias sexogenericas siempre se nos ha puesto en una sola categoría social, putos, que niega nuestras vivencias, que hemos tratado de habitar, transformar, resignificae pero que la discriminación y violencia no lo permiten.
El lunes AMLO en su mañanera decidió exhibir el machismo que el impresentable de Lopez Dóriga expuso en sus redes al señalar que él había besado a un “hombre”. Esa persona a la que malgenerizaron es la diputada federal Salma Luevano, una de las dos mujeres trans que están en el Congreso Federal. De forma vergonzosa decidió defenderse señalando que sí había besado a un hombre vestido de mujer y que él no tenía problema en besar a hombres. Este comentario fue transfóbico. Mucha gente ha salido a decir que no lo es, que fue más bien ignorancia. La transfobia y en si cualquier categoría de discriminación pueden sostenerse en la ignorancia y sigue siendo violencia. A lo mejor podría no haber tenido la intención de hacerlo, pero eso no borra el daño, los efectos.
No se le puede excusar en que su ignorancia se debe a ser de otra generación, pues él no es un adulto mayor cualquiera. Como dijo Dahlia de la Cerda: es el presidente. El jefe de estado que se ha jactado de ser de izquierda, de estar a favor de los derechos humanos. Sus palabras tienen un peso en nuestra sociedad y si, queramos o no, dejará una marca nociva hacia la comunidad trans.
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El martes el presidente dio un ejemplo para muchas personas al disculparse en el mismo espacio con la diputada. No lo celebró porque era lo que le tocaba hacerse cargo y asumir su responsabilidad, pero lo reconozco y también reconozco que se quedó corta. En este momento de violencia, las palabras que emitió el lunes tuvieron consecuencias en el ambiente, pues se utilizaron y se seguirán utilizando para fomentar la violencia hacia las personas trans y que al final validan hechos como el asesinato de Gabi.
Porque si el presidente puede malgenerizar y violentar a las personas trans en los medios de comunicación nacionales, entonces todos pueden seguir haciéndolo en su día a día ¿no?
Ojalá AMLO siga reflexionando, estudiando y cambiando esa forma binaria de pensar que nos ha enseñado esta sociedad, que haga otras acciones para que esa defensa a la libertad que menciono en su disculpa sea una realidad para todes y ojalá muchos otros políticos y servidores públicos sigan el ejemplo cuando violenten, sin intención, a otras personas.