Rápido transcurrió la primera semana de enero en las dos vías aquí propuestas como prioritarias para la agenda del año que inicia. Por su propia naturaleza y consecuencias, los acontecimientos en ambas mantuvieron la atención y preocupación en la vida pública de las y los hidalguenses, y en algunos momentos sus tensiones dieron nota en los medios nacionales.
Con diferenciadas sintonía y esfera de interés, de lunes a domingo la concentración estuvo en el avance vertiginoso del contagio en diversas regiones del planeta, varias entidades del país –notablemente en la Ciudad de México- y desde luego en nuestro estado. No son apreciaciones fundadas en la percepción social, los números oficiales lo afirman y el daño en muchas familias lo confirma.
Hay preocupación en nuestras casas y espacios de trabajo cuando nos enteramos de víctimas entre amistades y familiares, hay incertidumbre generada por las noticias sobre hospitales otra vez al máximo de su capacidad, escuelas que permanecerán cerradas, por supuesto las pérdidas humanas y, en otra dimensión, un eventual bache económico sumado a los índices de inflación al alza que el país presenta.
También hay noticias buenas e importantes: la cobertura de vacunas para más sectores de la población significa un avance en la contención del virus. También, y no siempre reconocido, un aumento en la conciencia personal y las medidas institucionales con el mismo fin, que lentamente pasan de incomodidad a sana costumbre.
Pasemos al escenario político. Propongo dos miradores: el de la determinación de candidaturas caracterizada por la pasión, con diferendos, debate público, opiniones encontradas y acuerdos. Con diferente matiz se percibió en la mayoría de partidos. Enhorabuena. Si no fuera así faltarían a su obligación constitucional de promover la participación del pueblo en la vida democrática. Sería negación de su naturaleza. Evidenciarían una flaqueza que apuntaría a mera oficina de trámite sin presencia ni propuesta suficientes.
Aquel ya fue un triunfo preliminar de la ciudanía en este proceso electoral, propiciado desde las coaliciones participantes. Conviene ahondar en su estudio para registrarlo como precedente y que esas características que ya son historia, permanezcan y ensanchen hasta ser parte de la normalidad electoral con menos morbo y más inteligencia. Su valor sistemáticamente eludido en la tradición de opacidad, está en el enriquecimiento de la participación de votantes, de quienes no encuentran incentivo para engancharse, participar, y ni siquiera informarse de los procesos electorales.
El otro mirador es para rescatar los saldos iniciales, nada desdeñables. Hubo en ese tramo –caben destacarse- dos elementos positivos, sugieren una mirada larga y profunda. Los alcances del modelo federal en el sistema de partidos. Se impone analizar la suficiente cobertura o si resulta inoperante, si conjuga y cómo, las visiones nacional y regionales. Es tema nodal para discutir sobre facultades y obligaciones a los de registro nacional con incidencia en procesos locales y, retomar la existencia de institutos políticos con registro local, hasta ahora de mínima presencia.
Segundo, la eventual regulación de elecciones primarias, hoy poco atractivas para los partidos. Propuesta vieja, ahora se vuelve a hablar de ella ante la elección presidencial de 2024. Sugerente por experiencias cercanas, la del vecino del norte señaladamente, no sobraría valorarla en nuestra mesa de fórmulas electorales.
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