DANIEL-FRAGOSO-EL SURTIDOR

Entre la uña y la carne 

Pocas certezas existen en nuestra vida. Tan pocas que lograr tener una certeza debería de considerarse un arte mayor. Muchas de ellas parecen obvias, y por su naturaleza, suelen pasar desapercibidas. Por ejemplo la muerte. Aunque también, junto a este entendimiento, tenemos el conocimiento de acciones que nos suceden sin que nos demos cuenta, como muestra tenemos a la forma en que nuestra piel va mutando. Y como olvidarlo, el crecimiento del cabello y las uñas. Éstas en especial llaman mi atención, principalmente porque me parece un desperdicio destinar cierto tiempo a una actividad tan insulsa como cortarse las uñas. Sin embargo, debemos hacerlo, pues aunque nos pese, el ritmo de crecimiento de las uñas varía de un dedo a otro y de una persona a otra. 

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Las uñas crecen a una velocidad promedio de 1 cm cada 100 días. Porque según la web “las uñas de las manos tardan de 3 a 6 meses en volver a crecer completamente. Las uñas de los pies tardan en volver a crecer de 12 a 18 meses. El ritmo exacto depende de la edad, la estación del año, la cantidad de calcio, de los ejercicios hechos y factores hereditarios. Las uñas de las manos crecen cuatro veces más rápido que las de los pies. El examen del aspecto de las uñas se ha usado frecuentemente en el pasado como herramienta de diagnóstico de diversas enfermedades o desequilibrios fisiológicos”, así como también la eliminación de tamaño de las uñas se ha asociado, desde el principio de los tiempos, a la angustia, la desesperación, actividades del pensamiento y raciocinio humano. 

Llama mi atención que en la presente década sean las uñas, principalmente entre el género femenino, quienes impongan una moda tendiente a la exageración en la dimensión, así como en el decorado de las mismas. De esta manera, se ha expandido entre hombres y mujeres de todas las clases sociales, las visitas a especialistas en preparar implantes de gel y polímeros que prolongan la escena preparando el camino para que los dedos de los indiciados sean protagonistas de un espectáculo que va de lo formal a lo estrambótico,  de lo “nice” a lo “vulgar”, aunque bien a bien, nadie sepa cuál es el dintel de la puerta entre un término y otro. Porque ahora en los “estereotipos” desechables de la moda y el glamour, la apología del narco, los postulados creados por una fauna virtual, encontrar la definición exacta es casi imposible. 

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Aunque claro, en esto no pensamos cuando asociamos las uñas al robo, la corrupción y los actos delictivos de baja estofa y cuello blanco. Tampoco lo hacemos cuando las hermanamos a los placeres sexuales. Y muchísimo menos, pensamos en que  las uñas están formadas principalmente por células muertas endurecidas que contienen queratina, una proteína fibrosa, que el cuerpo produce de manera natural, y que la mayor aportación de las células muertas proviene de los huesos, si así lo hiciéramos, quizá, tal vez nos daría demasiado asco. O tal vez no. Quizá sólo pensaríamos en que lo que significa la vida y la muerte. La hermandad de ambos estados. Como la eterna unión entre la uña y la carne.