Mientras circulan cifras de cuatro millones de personas menos en pobreza extrema, la realidad para la gran mayoría de las asalariadas es una bofetada la caída del poder adquisitivo aún con el incremento al salario mínimo general que alcanza en la actualidad 6 mil 222 pesos mensuales, cuando el precio nacional de la canasta básica se estableció en septiembre en mil 742 pesos con 96 centavos.
La inflación acumulada en los cinco años de este gobierno es de 25.75 por ciento la mayor de los tres sexenios anteriores, por lo pronto en este mes la cebolla, el jitomate, el limón, la sal de mesa y el chile, son los productos que más subieron su precio que contribuyen a la elevación del 0.60 por ciento de la canasta con relación a agosto, mientras las cifras oficiales presumen los incrementos que se darán a los programas sociales.
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Lo que en el mediano plazo sumirán al país en grave crisis financiera si no hay una reforma hacendaria que amplie el universo de contribuyentes y políticas públicas que estimulen la inversión privada para generar riqueza interna para no acudir al endeudamiento del país, que el próximo año será de un billón 720 mil millones de pesos; por lo pronto nada evitará que el próximo gobierno federal reciba una bomba de tiempo económica, de acuerdo a estudios de mercado.
Desafortunadamente está realidad económica altamente complicada no es observada por quien recibe el apoyo de los programas sociales, que ven en ellos un alivio a sus problemas económicos sin percatarse que parte del objetivo es convertirlos en base electoral para el partido gobernante, más en esta etapa de antesala de elecciones para renovar el gobierno federal.
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El fenómeno de la inflación en alimentos ha derrotado los esfuerzos para contenerla, desde subsidios, cancelación de aranceles, política monetaria y programas sociales, además de creciente delincuencia y violencia en diferentes puntos del país.