A lo largo de la historia, todos los pueblos han necesitado de un líder que los oriente, que los guíe, que los coordine y que asuma la responsabilidad de tomar las mejores decisiones para el bienestar de la mayoría, aunque esto último no necesariamente siempre ocurra. Ejemplos sobran.
“La idea de que un pueblo pueda manejarse a sí mismo y dirigir sus asuntos de una manera anónima, es el más tonto de los absurdos”, escribió el filósofo y psicólogo norteamericano William James. (Líderes del Mundo, Editora Cinco). El historiador estadounidense Arthur M. Schlesinger Jr., citado en la misma colección editorial, escribió que la idea del liderazgo reafirma la capacidad que tienen ciertos individuos para conmover, inspirar y movilizar masas de personas para que actúen al unísono en busca de un fin determinado.
Porque si bien es cierto que las organizaciones sociales, colectivos, o el barrio de una colonia, pueden conjuntar esfuerzos y establecer reglas para trabajar en un solo sentido, siempre es necesaria la personalidad de alguien que coordine y dé sentido a esos esfuerzos.
Por ello sorprende que hayan tenido que pasar más de nueve meses, en los que un millón 168 mil 395 personas se contagiaron del Covid-19 y en los que más de 109 mil mexicanos perdieran la vida, para que el presidente Andrés Manuel López Obrador publicara y difundiera un mensaje contundente sobre las medidas que se deben tomar para evitar que se sigan propagando los contagios.
El jefe del Ejecutivo siempre ha apelado a la sabiduría del pueblo de México para decidir entre el bien y el mal, entre aceptar o rechazar la corrupción y para apoyar o no a la Cuarta Transformación. Pero cuando están de por medio miles o millones de vidas humanas, cuando la economía nacional depende de que los mexicanos cuenten con empleos seguros, el mensaje pareciera llegar a destiempo. Pero ya que se decidió a hacerlo, quizá debió variar la forma de presentar ese mensaje claro, bien estructurado, sin titubeo y dirigido a liberales y conservadores, como al mandatario le gusta clasificar a la sociedad.
Las famosas mañaneras tienen un público cautivo, aquel que se conecta de lunes a viernes invariablemente a escuchar el mensaje presidencial, pero hay millones de mexicanos a los que ese mensaje no les llega de manera transparente, que se enteran de lo que allí se dice bien por los medios de información tradicionales o por las “benditas redes sociales”, en las que se corre el riesgo de que el mensaje llegue distorsionado.
El liderazgo también requiere de saber el cómo y el cuándo difundir mensajes. El decálogo para “cuidarnos entre nosotros mismos” que dio a conocer el presidente López Obrador debió transmitirse en cadena nacional, en un horario estelar, para que llegara a más mexicanos. Mover la hora de dicho mensaje, por lo inusual del caso, habría provocado quizá que los desinteresados en seguir las mañaneras, atendieran el mensaje presidencial.
Cuando el propio presidente en su mensaje del 4 de diciembre reconoce y acepta que la pandemia en nuestro país sigue causando estragos, alejado de la narrativa que había sostenido de que la curva se estaba aplanando y de que el Covid-19 estaba domado, era el momento oportuno para recomendar incluso el uso del tapabocas entre toda la población.
Nada honra más a una persona que aceptar que se ha equivocado y, como escribió el propio Schlesinger “ningún líder es infalible y todos necesitan que se les recuerde periódicamente”. Si el pueblo sabio que sigue a López Obrador en las buenas y en las malas hubiera visto a su presidente utilizando esa mascarilla sanitaria, es probable que también decidiera utilizarlo en su vida cotidiana y con ello amainar la ola de contagios de Covid-19. Pero si esos seguidores lo escuchan una y otra vez decir que el doctor Hugo López Gatell le ha recomendado no utilizarla y en todos sus eventos públicos lo ven sin cubrebocas, muchísima gente lo va a imitar y la petición de cuidarnos entre todos se puede ir a la basura.
Es cierto, la responsabilidad de cuidarnos es de todos y cada uno de nosotros, nadie debe decirnos si salir o no a la calle, aunque no sea necesario, a usar o no el cubrebocas, a guardar o no la sana distancia, a ir o no a reuniones y fiestas, pero también es cierto que el pueblo sabio requiere un líder que oriente y ponga el ejemplo.
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