La calidad en la impartición de la educación tiene que ser pensada como un concepto primordial en las estrategias de formación de los jóvenes, entendido esto en clave de las demandas que presenta el espacio sociocultural donde se ubican las instituciones de educación superior.
Las y los profesionales que egresan de la universidad, deberán tener las habilidades suficientes para afrontar los problemas de la sociedad contemporánea. Para lograrlo tienen que contar con las cualidades y competencias que la realidad les demande. Y esto implica un desafío al que estamos llamados todos aquellos quienes vivimos el proceso de enseñanza-aprendizaje.
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La realidad es innegable, debemos adelantarnos a las condiciones futuras que demandará la sociedad a las y los profesionales del siglo XXI.
Sin embargo, para lograr los fines de la humanidad, la calidad en educación presenta un problema en principio, y es el de su propia determinación. Al ser un concepto extraído de la lógica de la fábrica, en la que la calidad garantiza el proceso de producción para que el resultado sea el esperado, en educación se vuelve complejo definir qué significa esto de la calidad.
Definir el concepto que regirá los destinos de los procesos educativos en las instituciones de educación superior es preciso para poder organizar de manera concreta los procesos que demanda la educación superior: el currículo, los programas, la oferta académica, entre otros.
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Hablar de calidad en la educación siempre ha sometido un riesgo: ¿Cómo entender que se dice, cuando se habla de calidad? Este problema ha llevado a la interpretación y mal interpretación en los diferentes discursos: gestión en la educación, política local y política internacional que promueven competencias humanas para el mercado laboral, el estímulo en el desarrollo humano, etcétera, señalan a la calidad como objeto de discusión, y así mismo, ha impedido avanzar de manera significativa en los procesos que la involucran.
Si partimos de la premisa de cuál es el tipo de ciudadano que queremos formar, y a ello le agregamos las necesidades y oportunidades de la industria 4.0, así como del desarrollo económico y sustentable que impera en el siglo XXI, el reto está en centrarnos a estructurar el futuro inmediato.