Por: Dino Madrid
En toda organización política, siempre habrá voces disonantes, posturas divergentes, y eso es sano. La crítica es parte vital de cualquier movimiento democrático. Pero hay personas que han hecho del desacuerdo su refugio, y del “no” su única bandera. En morena, también existen. Son quienes jamás están conformes, ni con el rumbo ni con el ritmo, ni con el sol si brilla ni con la lluvia si cae.
Se dicen críticos, pero en realidad practican una oposición permanente —no al poder, sino al sentido común. Han confundido el legítimo escepticismo con una rebeldía narcisista. Se alimentan de la negación como si eso los volviera más lúcidos, más puros, más “auténticos”. Pero lo que no ven —o no quieren ver— es que tanta crítica sin propuesta, tanta queja sin acción, los convierte en justo lo que dicen combatir: un obstáculo, incluso para sus propias causas.
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Durante años exigieron orden, reglas claras, ética institucional. Y ahora que morena ha aprobado reformas estatutarias para fortalecer la vida interna del partido, tampoco les gusta. Las descalifican sin leerlas, las reducen a simulación. Sospechan de quienes las asumen, acusándolos de convenencieros. Para ellos, todo está mal, todo es teatro, nadie es genuino.
Pero transformar exige más que sospecha: exige compromiso. Porque criticar sin involucrarse es fácil. Lo valiente, lo verdaderamente transformador, es tomar postura, asumir responsabilidad, pisar tierra y empujar el proyecto desde adentro. No hay congruencia en exigir ética y después burlarse de ella cuando se institucionaliza. No hay coherencia en llamar a la autocrítica y luego acusar a todo militante disciplinado de oportunista.
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Afortunadamente, esas voces del eterno desacuerdo son minoría. Pero eso sí: hacen mucho ruido. Como tambores vacíos que retumban fuerte, pero no marcan el rumbo. Mientras tanto, la mayoría de la militancia sigue trabajando, formándose, organizándose. Porque saben que el cambio no se construye con berrinches, sino con convicción. No se defiende con sospecha, sino con acción colectiva.
En tiempos donde los desafíos internos son tan importantes como los externos, toca preguntarnos: ¿queremos ser parte del ruido o del rumbo?
mho

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