Sucede sin que estemos conscientes. Casi imperceptible. De hecho, es tan natural como contestar un saludo de buenos días. Sin embargo, la recopilación de información es algo que debería preocuparnos. Según un estudio de HMD Global, en promedio revisamos el teléfono celular 142 veces al día, lo que se traduce en que, a la semana pasamos más de 18 horas viendo la pantalla de nuestros móviles. Si lo pensamos, todas nuestras acciones cotidianas inmersas en esas consultas producen información, casi toda ella recopilada en un proceso tan natural como contestar en un grupo de amigos o revisar las redes sociales.
En una entrevista que Byung Chul Han le concedió a Carles Geli, el filósofo surcoreano afirma: “Los macrodatos hacen superfluo el pensamiento porque si todo es numerable, todo es igual… Estamos en pleno dataísmo: el hombre ya no es soberano de sí mismo sino que es resultado de una operación algorítmica que lo domina sin que lo perciba; lo vemos en China con la concesión de visados según los datos que maneja el Estado o en la técnica del reconocimiento facial”. ¿La revuelta pasaría por dejar de compartir datos o de estar en las redes sociales? “No podemos negarnos a facilitarlos: una sierra también puede cortar cabezas… Hay que ajustar el sistema: el eBook está hecho para que yo lea, no para que me lea a mí a través de algoritmos… ¿O es que el algoritmo hará ahora al hombre? En EE UU hemos visto la influencia de Facebook en las elecciones… Necesitamos una carta digital que recupere la dignidad humana y pensar en una renta básica para las profesiones que devorarán las nuevas tecnologías”.
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Todas estas cuestiones me han hecho pensar en qué sucederá en el futuro inmediato, qué importancia deberá de dársele a la innovación, la ciencia y la tecnología en el cambio de régimen que habremos de vivir. Desde cosas tan mínimas como el uso de la información y el cruce de bases de datos para poder eficientar los recursos, la evaluación de programas existentes y su mejoramiento (que no su desaparición), hasta la consolidación de tableros digitales con indicadores de evaluación de resultados de las políticas públicas, certificación digital, uso de biométricos, expedientes únicos de salud y de educación, etcétera.
En un escenario donde la curva de aprendizaje tendrá que superarse en el primer semestre del año del nuevo régimen, es fundamental que la tecnología se vuelva una aliada que impacte desde el primer mes de la administración pública. Acciones estratégicas como oficinas sin papel, modelos de administración pública para desempeñar funciones en esquemas híbridos, no sólo permitirán reducir la huella de carbono, sino, además tendrán una reducción de costos significativos en el uso de los recursos públicos.
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Estan extendidas en el horizonte de un presente próximo las oportunidades de aprovechamiento de capital humano, investigadores e investigaciones, la opinión pública de especialistas y expertos, quienes tienen un interés genuino de que nuestra entidad viva una transformación profunda. En las manos de todos está el poder construir una nueva base que no sólo nos mire como datos, sino como elementos de un cambio verdadero.