Desde hace una década ha surgido un movimiento sobre el tema de la corporalidad que tiene importante presencia en nuestro país donde algunas se posicionan desde el activismo gordo precisamente para construir voces colectivas sobre las existencias y experiencias como resistencia a la policía de los cuerpos, que ha estado presente sobre la aparición de la actriz Michelle Rodríguez en una revista de moda y que ha desatado comentarios gordofóbicos al respecto, ella dice una frase: “Mi cuerpo es una revolución” una frase que la escuché mucho años antes en espacios feministas, porque nuestro cuerpo es un territorio de rebeldía como el primer espacio a defender de las mujeres, porque es el lugar desde donde habitamos día a día esta vida y que ahora hay grandes esfuerzos colectivos e individuales de autocuidado para precisamente poder seguir resistiendo, acuerpando, acompañando la vida.
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Esta conversación me da pie para decir que no solo pasa en redes sino en los distintos espacios políticos, como ha sido el caso de Citlalli Hernández Secretaria General del partido MORENA que todos los días reciben una cantidad de insultos de la policía corporal, y lo que se pretende con el insulto es herir, humillar, estigmatizar porque en estos insultos se entrecruzan la edad, el clasismo, el sexismo y la fobia que no solo tiene que ver con el peso corporal porque desde lo que les parece que debe de ser “normal” decir gorda se equipara con lo feo, poco saludable, indeseable, etc., como nos lo han hecho ver las personas que pertenecen al activismo gordo que así han decidido nombrarse para desafiar los conceptos tradicionales del cuerpo y la belleza que ha sido un discurso dominante la gordura es un índice de falta de autocontrol un valor que da el mercado a la buena presentación (como vemos en muchos anuncios de empleo) y desde ese discurso lo que es gordo está ligado al fracaso social, por ello es que en la década de los 50’s se popularizaron entre las mujeres las anfetaminas y los diuréticos, incluso la poeta feminista Alejandra Pizarnik tuvo que lidiar con la obsesión por la delgadez y la belleza en el Buenos Aires del siglo pasado, como ha dejado entrever en sus escritos.
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Como se menciona en el libro El cuerpo como territorio de rebeldía históricamente el cuerpo de las mujeres, ha sido más utilizado como receptor, que es un efecto de las fuerzas socio-políticas-religiosas-ideológicas insertadas en él y que ha sido limitado y delimitado por imposiciones políticas a lo largo de la historia, el cuerpo de las mujeres siempre está en el foco de atención ya sean artistas, políticas, empresarias, obreras, etc., no importa la corporalidad que este tenga o los estándares de belleza prevalecientes como recientemente ocurrió en la pasada contienda a la gubernatura, en donde la única mujer que se postuló (con la que yo personalmente no coincido ideología política) pero que estoy en desacuerdo que en redes sociales haya recibido una cantidad de adjetivos sobre su físico por parte sobre todo de los hombres del partido ganador o de una reciente foto publicada en Facebook por la actual titular de la Comisión de Derechos Humanos de Hidalgo, que un columnista mencionó la manera en que esta vestida en unas vacaciones, cuando eso no es lo sustancial en las mujeres que dirigen instituciones.
Menos policía de la corporalidad más mi cuerpo es una revolución.
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