El brazalete en la historia

Gerardo Sosa Castelán reapareció en la marcha por la “autonomía” de la UAEH con una frase que pretende ser ingeniosa pero que, paradójicamente, describe su legado con exactitud: “El brazalete lo llevo en la historia”. Bromeó incluso con que el dispositivo está “en el museo de la universidad”, pero nunca antes en su trayectoria política había dicho algo tan verdadero.

El brazalete electrónico es una medida penitenciaria diseñada para vigilar a personas bajo prisión domiciliaria las 24 horas del día. En su caso, el símbolo es literal y metafórico: Sosa carga con un grillete histórico que representa el peso de décadas de corrupción, control universitario y simulación académica.

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La cronología reciente explica el contexto. En mayo de 2024, un juez le retiró el resguardo domiciliario pero mantuvo el brazalete; en abril de 2025, tras revocarse un sobreseimiento, tribunales ordenaron nuevamente su uso y firma periódica. Que hoy lo minimice con ironías no borra los procesos judiciales ni los señalamientos por delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

La “autonomía universitaria” que defiende se ha vuelto un escudo para la impunidad. En 2024, la Comisión de Derechos Humanos de Hidalgo emitió una recomendación por agresiones a estudiantes del Instituto de Artes —ocurridas el 19 de septiembre de 2023— y exigió una disculpa pública; la UAEH se negó. En 2025, el organismo reiteró la solicitud. Esa negativa habla más de la cultura institucional que mil discursos sobre “pensamiento libre”.

Basta revisar las últimas cuatro décadas de control del llamado Grupo Universidad: una estructura que enriqueció a unos pocos y asfixió la libertad de pensamiento. La UAEH dejó de ser un espacio de ideas para convertirse en una caja chica política.

La escena del “brazalete en la historia” sintetiza todo un modelo de poder: un hombre que confunde autonomía con inmunidad, y una institución que convirtió el conocimiento en patrimonio privado. La historia lo recordará, sí, pero no por su ingenio, sino por haber dejado atada a una universidad —y a un estado entero— a su propio grillete.

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