La Inteligencia Artificial (IA) ya nos acompaña en muchas funciones escolares, profesionales y en nuestra vida cotidiana, su expansión varía de un país a otro, pues, mientras que los más desarrollados la implantan y cultivan, en otra realidad se tiene menos acceso o simplemente no hay conexión.
De la mano de su expansión no solo permite oportunidades, también son latentes los retos, riesgos y miedos, de aquí la necesidad de garantizar las implicaciones éticas de su uso, una práctica responsable y salvaguardar siempre la integridad.
Este tipo de inteligencia, a diferencia de la natural que es creada y expresada por máquinas, tiene la capacidad de manejar una gran cantidad de datos, elimina tareas monótonas o repetitivas, es futurista e imita a la cognición humana, se ocupa de manera más recurrente en sectores como transporte, salud, educación, industria o finanzas.
Sin lugar a dudas, lograr una regulación adecuada de la IA es el gran reto, tanto gobiernos como organizaciones diversas en el mundo han emitido una serie de recomendaciones al respecto basadas en los niveles de riesgo en su uso, que atañen a desarrolladores, administradores y usuarios.
Específicamente la UNESCO, quien ha liderado durante décadas los esfuerzos internacionales para garantizar que la ciencia y la tecnología se desarrollen dentro de un marco ético, también se pronuncia con respecto a la inteligencia artificial.
Esta organización internacional, contribuyó decisivamente con el objetivo de lograr una gobernanza eficaz con su recomendación de 2021 sobre Ética en la IA cuya piedra angular es la protección de los derechos humanos y la dignidad, basada en el avance de principios fundamentales como la transparencia y la equidad, recordando siempre la importancia de la supervisión humana de los sistemas de inteligencia artificial.
Posee amplios ámbitos de acción política, que permiten a los actores traducir los valores y principios fundamentales en acciones con respecto a la gobernanza de datos, el medio ambiente y los ecosistemas, el género, la educación, la investigación, la salud y el bienestar social, entre muchos otros.
Se cimienta en cuatro valores fundamentales que son: derechos humanos y dignidad humana; vivir en sociedades pacíficas, justas e interconectadas; garantizar la diversidad y la inclusión; así como, florecimiento del medio ambiente y los ecosistemas.
El bien actuar siempre será la base del respeto y la tolerancia, el imponente desarrollo y alcances de la IA requiere una regulación que permita el disfrute en su totalidad ante los amplios beneficios que la inteligencia artificial nos brinda.
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