Más allá de la salida de quien fuera alcalde suplente de Pachuca por el PRI, Benjamín Rico Moreno, el hecho es pretexto para preguntarse: ¿Cuál es el futuro del otrora todo poderoso partido?
La pregunta aplica no sólo para Hidalgo, sino para el país. ¿Qué representa hoy el PRI o a quién representa? Hoy el PRI es un partido cuya identidad se extravió desde hace muchos años. De sus principios como institución heredera de la Revolución Mexicana no queda nada.
Algunos ubican su viraje ideológico en la época en que los presidentes compraron la idea de que adelgazar al estado sería la mejor forma de hacer progresar al país.
Es la época que empezó con Miguel de la Madrid, cuando debido a los excesos de José López Portillo, se tuvieron que hacer ajustes drásticos en la economía. Y una receta que se aplicó durante varios sexenios fue reducir la participación del estado en la economía, una doctrina que tiene sus bases en el liberalismo económico de Adam Smith.
El punto es que desde esa época, el PRI fue alejándose de lo que fueron los principios de quienes lucharon por el sufragio efectivo no reelección, o por un reparto de tierras equitativo que dejara de concentrarse en unos cuantos.
Desde esa época los tecnócratas tomaron por asalto al PRI hasta dejarlo como un partido más cercano al Partido Acción Nacional (PAN), con quien últimamente se mimetizó. Y hoy que el PAN decidió irse solo en las próximas elecciones, el PRI camina huérfano con una dirigencia nacional desprestigiada y extraviada.
A nivel local hemos visto como ese partido se ha ido desfondando paulatinamente. Desde aquella lejana elección abierta para elegir a su candidato a gobernador, a finales del siglo XX, el PRI ha ido desprendiéndose de los grupos que antes lo hacían poderoso. Desde las tribus guadarramistas, hasta el Grupo Universidad, pasando por el SNTE.
Pero lo más duro ha sido su divorcio con las causas populares que le dieron identidad durante principios del siglo XX y hasta la década de 1970.
Hoy la salida de Benjamín Rico, junto con la partida del Grupo Huichapan, encabezado por los hermanos Rojo García de Alba, es sólo un clavo más, otro empujón para que ese barco termine de hundirse irremediablemente.
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