El acto de crear

A lo largo del tiempo me ha costado mucho creer que la creatividad pueda enseñarse… quizá pueda estimularse, pero es algo que no se aprende con un recetario o manual alguno; lo que si funciona es conocer las diversas experiencias de parte de artistas importantes, grandes mentes que alguna vez han visto como sus libros sobre el tema van a parar al apartado de Autoayuda -¡Vaya con la gente de marketing!-.

Coincide la aparición de El acto de crear: una manera de ser, escrito por el legendario productor musical Rick Rubin con un marcado bloqueo creativo de mi parte ante la tarea de escribir un cuento que deberá abordar a C. Tangana y quizá a su amigo y socio Santos Bacana, quien le hacía sus videos y que ahora le ha permitido colocarse en el papel de director, como ocurrió con el clip para el centenario del Celta de Vigo.

Todavía no leo la obra escrita por quien ha producido a titanes como Beastie Boys, Tom Petty And The Heartbreakers, Red Hot Chili Peppers, Metallica y The Strokes, pero ya me he enterado de que está conformado por 78 áreas de pensamiento, en las que busca convencer al lector: “de que la vía hacia la trascendencia artística está iluminada por el autoconocimiento, la espiritualidad, la conexión con la naturaleza y la confianza en uno mismo”.

Desde hace mucho sabemos que Rick Rubin es casi un monje zen, por lo que no extraña el rumbo que tomaron sus reflexiones en cuanto a la creatividad, un terreno en el que casi todo es digresión, especulación, con la idea de que cada persona encuentre su ruta en algún momento.

De mi parte he dedicado lecturas sobre este tópico de parte del gran David Byrne -líder de Talking Head-, Jarvis Cocker -el hombre de las gafas de pasta y creador de Pulp-, Moby, un tipo que fue del punk rock a la electrónica, pero especialmente disfruté de Ponte creativo, un excelente abordamiento hecho por Questlove, el baterista del fantástico grupo de hip-hop The Roots y líder de la banda del programa de Jimmy Fallon.

Más bien me afilio a lo expresado por el nativo de Filadelfia cuando dice: “Ni coworkings ni galerías de arte: el mapa de la creatividad incluye cocinas, quirófanos y tu escritorio”. Es decir, Ahmir Khalib Thompson es de los que como yo se alinean en torno a aquello de “99% traspiración y 1% inspiración”.

Y este texto es una prueba de ello, pero siguiendo con Questlove, que también se ha convertido en director y productor de documentales, retomo una idea suya a propósito de un largo y radical solo de guitarra hecho por Sonny Sharrock en el Woodstock negro (El Festival de Harlem de 1969): “Me pareció fundamental mostrar el proceso catártico que debe experimentar un artista para liberar emociones o estrés, o solo para llegar al fin de semana, eso es terapia para mucha gente“.

Me parece esencial que Questlove dé importancia al proceso mismo que es liberador por naturaleza y que ello posee valor sin esperar nada más… en muchas ocasiones eso de llegar al fin de semana ya es gran cosa… aunque el texto al que se enfrente -en mi caso- siga inconcluso o tal vez hasta sin iniciar -así mismo ocurre en todas las otras disciplinas artísticas-.

Por su parte, Rick Rubin es alguien que insiste en: “la importancia de la introspección, la meditación y la filosofía del aquí y ahora”, además de ser alguien que se plantea la idealización del éxito, un tema central sobre el que Questlove ofrece un planteamiento quizá algo doloroso, pero muy preciso y permite analizar el tema desde el pensamiento lateral o el análisis inverso:

Una de las mejores maneras de manejar el sentimiento de fracaso es aceptar un hecho muy simple: al mundo le importas más bien poco. Si lanzas un disco y lo compra menos gente de la que esperabas, si escribes un libro y se vende menos de lo esperado, si escribes un tweet y no consigues tantos tweets o likes como estás acostumbrado, siéntete bien con ello. Te están agasajando con el regalo de la libertad. El mundo está demasiado abarrotado, está lleno de todo”.

Al final, el arte no es sino sinónimo de libertad o de lo contrario no vale nada.