Brenda Flores. Opinión

Educación inclusiva como garante de equidad

Nadie puede ser señalado por su forma de aprender, de vestir, su orientación sexual, su origen racial o social, es necesario que la política educativa inclusiva propicie una transformación escolar que valore las diferencias de su comunidad al punto de convertirlas en parte del progreso general.

Es una realidad que, pese a los avances y grandes logros que como civilización hemos alcanzado, en variedad de ámbitos hay personas excluidas por razón de género, orientación sexual, religión, nacionalidad, origen étnico o social.

La inclusión y la equidad son pilares de la educación, aunque los esfuerzos han dado importantes frutos, estamos a distancia de alcanzar el estado ideal, hablar de educación inclusiva es por demás amplio, de manera general pretende que la educación sea para todos.

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El día a día áulico impone desafiantes retos para alcanzar los objetivos de aprendizaje, implica una armoniosa amalgama de conocimiento, contexto y ambiente, por lo que reconocer y respetar las diferencias entre la comunidad educativa es determinante, si el ambiente es amable el estudiantado estará dispuesto al conocimiento.

En este sentido, es crucial que el profesorado esté capacitado en inclusión, pero antes que eso, ser sensible y empático con el tema, el docente es el hilo conductor dentro del aula y de quien depende mayormente conseguir un ambiente sano y armónico, promoviendo la disolución de conflictos de manera resolutiva y propiciando el respeto a la diversidad de todo tipo.

La exclusión en un centro educativo tiene consecuencias fatales, cuando un estudiante es ignorado, marginado o excluido, se lastima su bienestar emocional y la autoestima, además de que puede afectar gravemente su capacidad para obtener una educación adecuada y bajar su rendimiento académico.

Otro efecto negativo es que imposibilita el pleno desarrollo de sus habilidades y destrezas para la vida, pero cuando el rechazo es tal, se puede llegar al terrible punto de desertar, y al abandonar sus estudios también limita sus aspiraciones para una vida mejor.

Los centros escolares deben ser lugares seguros para toda su comunidad, donde se sientan plenos y felices, es indispensable el reconocimiento e inclusión de la diversidad sexual en el aula, al respecto muchos planteles implementan acciones que lo favorecen, como lo es, impulsar la educación sexual integral, la formación continua del profesorado en este rubro, la creación de instancias que atestigüen inclusión, así como la instauración del baño neutro o sexogenérico, comúnmente conocido como el tercer baño, que fomenta un ambiente libre de violencia y discriminación.

La educación inclusiva es un proceso que garantiza que todos los estudiantes, sin importar sus características personales, puedan participar plenamente en un sistema educativo común, que se ajuste a las necesidades de cada estudiante, asegurando así la igualdad de oportunidades y promoviendo sociedades más justas.

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