Columna Dogma

Diversidad y lenguaje

La diversidad es una característica de los seres vivos. En los seres humanos podemos apreciarla a simple vista sin discriminaciones. Todas las personas somos diferentes, provenimos de culturas distintas, con historias particulares y contextos únicos, cada comunidad con su propia lengua.

En el primer episodio de la saga Star Wars de Georges Lucas (1977), hay una escena que nos ayuda a retratar esa diversidad: la cantita de la ciudad de Mos Eisley, en el planeta Tatooine, en donde podemos ver a seres con cabezas grandes, con cuatro ojos, de piel verde, azul y gris.

Según la Unesco, existen más de siete mil idiomas que se hablan en todo el mundo y miles de lenguajes de señas. Estos datos también reseñan nuestra diversidad. Sin embargo, al referirnos al género de las personas, nos hemos constreñido apenas a dos alternativas: femenino o masculino, a pesar de que existen al menos 25 genes que producen cambios anatómicos durante la gestación y el desarrollo sexual de un bebé.

Anne Fausto-Sterling, profesora de Biología y Estudios de Género en la Universidad Brown, Estados Unidos, señala que “al nacer, un bebé tiene cinco capas de sexo”: el sexo de los cromosomas, el de las gónadas fetales, el hormonal fetal presente en testículos u ovario, el reproductivo interno presente en el útero en mujeres o la próstata en hombres; y el genital externo, pene en hombres y vulva en mujeres.

A pesar del complejo proceso biológico del cual somos resultado, sin darnos cuenta pronto nos convertimos en una mujer o en un hombre. Un bebé recién nacido es asignado con el sexo H o M, a partir del rasgo biológico que observa a simple vista el médico que certifica un nacimiento.

La interiorización de estereotipos de género le acontece a una persona recién nacida a través de influencias de su entorno, la comunidad, la sociedad y el Estado. Aprende qué esperamos de ella: ser hombre o ser mujer.

Las personas adultas que recibimos a un bebé recién nacido, partimos de las expectativas arbitrarias de nuestra cultura: ser hombre o mujer por tener un cuerpo específico. Para los papás, las mamás, abuelas y abuelos, tíos y tías, solo existen el rosa para las mujeres y el azul para los hombres.

Esa dicotomía nos permite tener, aparentemente, control casi absoluto de nuestras expectativas y de la personita: si es mujer, sabemos que usará vestidos, pelo largo, será tierna, se casará y tendrá hijos. Si es niño, no dudaremos en verlo fuerte, energético, vivaz y competitivo.

Si mi hijo hombre tiene comportamientos que la cultura dominante asocia a la feminidad ¿está en duda mi masculinidad? Si mi hija se conduce con actitudes asociadas a lo masculino, entonces ¿su mamá no es femenina, sino masculina? Quizás nos convenga ampliar los signos y significantes que usamos en nuestro lenguaje para referirnos a los géneros humanos, disminuir discriminaciones entre personas, como en una convivencia intergaláctica de película


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