Derechos Humanos, ¿de cartón?

Por Dino Madrid

En Hidalgo, hablar de Derechos Humanos no es un lujo ni una moda, es una necesidad urgente. Sin embargo, hay quienes confunden la defensa de los derechos con simples actos simbólicos, con puestas en escena que buscan conmover sin transformar absolutamente nada. Y lo que hicieron recientemente Ana Karen Parra Bonilla, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Hidalgo, y la diputada priista Montserrat Hernández es la prueba más clara de esto: jugar a ser migrantes.

Sí, jugar. Porque ponerse una enorme mochila al hombro y caminar un rato, meterse en una casa de campaña y posar para la foto no es, ni remotamente, vivir lo que enfrentan quienes se ven obligados a migrar por miedo, por violencia o por hambre. Es indignante que quienes tienen en sus manos la responsabilidad de proteger los derechos de las personas en situación de vulnerabilidad decidan convertir su tragedia en una dinámica de sensibilización de cartón. Porque al final, ellas sabían que en cualquier momento podían detenerse, que su pasaporte estaba seguro en un cajón, que su nombre no aparecería en una lista de deportados y que su vida nunca estaría en peligro por intentar cruzar una frontera.

Esto no es empatía, es una burla. Porque mientras ellas simulan lo que nunca van a vivir, miles de personas en México y en el mundo sí enfrentan la persecución, el rechazo, el abuso de autoridades corruptas, la explotación laboral, el hambre y la muerte. Las personas migrantes no necesitan que las “entiendan” desde la comodidad del privilegio, necesitan políticas públicas que les brinden seguridad, apoyo y respeto.

El problema no es solo este acto ridículo, sino el patrón de simulación que han seguido quienes dicen defender los derechos humanos. Se llenan la boca de discursos sobre inclusión, equidad y justicia, pero a la hora de actuar promueven agendas revictimizantes, desvían la atención de los verdaderos problemas y reducen el sufrimiento humano a frases bonitas para las redes sociales. No se trata de “concientizar” con juegos de rol, se trata de visibilizar las desigualdades con datos reales, con testimonios, con reportes periciales, con denuncias formales.

Los derechos humanos no son un accesorio para adornar perfiles políticos ni una excusa para organizar eventos sin impacto. Defender los derechos humanos significa confrontar las estructuras que generan la desigualdad, exigir justicia para las víctimas y trabajar por un país donde nadie tenga que huir para sobrevivir.

Así que si de verdad quieren ayudar, que dejen la simulación y se pongan a trabajar. Porque la gente no necesita funcionarias que pretendan sentir su dolor, sino autoridades que se comprometan a erradicarlo.


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